Fecha Publicación: 18-08-2021
Las rivalidades ideológicas entre el Este y el Oeste cobran nueva vida. Las diferencias entre China y Estados Unidos parecen dirigirse hacia un desacoplamiento económico que, el cual deriva en un reacomodo en las relaciones que la mayoría de los países mantiene con esas dos potencias, así como en cambios significativos en los balances interregionales. El panorama adquiere matices adicionales con el actuar de ese tercer gran actor que es Europa, obligada a navegar sus relaciones interregionales en un complejo y cada vez más polarizado contexto global, en búsqueda de mejores formas de proteger y hacer avanzar sus intereses.
Europa se esfuerza por proyectar un liderazgo centrado en la defensa de los derechos humanos, la protección del medio ambiente y la promoción de la paz y la seguridad asentadas en un orden internacional basado en reglas. La construcción de la autonomía estratégica de la región es un requisito necesario para lograr esos objetivos.
El concepto de autonomía estratégica nace de un añejo debate sobre temas de defensa en Europa, que recientemente ha cobrado fuerza trascendiendo al ámbito de la seguridad y cubriendo un espectro temático mucho más amplio, especialmente tras la experiencia de la pandemia. Se trata del desarrollo regional de capacidades autónomas en las cadenas de producción y de distribución de bienes y servicios en sectores claves para la seguridad de la región.
De esta manera, los bienes que en este sentido son considerados estratégicos se ubican en los ámbitos de las transiciones verde y digital, como: tierras raras, baterías eléctricas, ingredientes farmacéuticos activos, semiconductores, nube, tecnología 5G e inteligencia artificial. En un ensayo publicado el 23 de diciembre de 2020, el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, argumenta que dicha autonomía estratégica europea es hoy más importante que nunca porque el mundo ha cambiado y Europa la requiere para entenderse como una unión política y para ser un actor global.
El futuro rol internacional de Europa se determinará en gran medida por el impulso de este objetivo y de su actuar frente a la nueva competencia que se está configurando entre las otras potencias. Su afinidad ideológica y en cuanto al modo de gobernanza con Estados Unidos, así como la conveniencia de mantener y fortalecer los lazos en el marco de la OTAN, inclinan la balanza a favor de las relaciones transatlánticas. En lo económico, no obstante, el panorama es más complejo, si bien los intercambios comerciales y el monto de las inversiones aún son más acentuados con EEUU, la creciente vinculación económica con China y otros actores resulta vital para el objetivo de la autonomía estratégica, así como para promover el multilateralismo.
Si acercamos la lupa al mercado de bienes, observamos que actualmente Europa importa mucho más de China que de EEUU, estableciéndose, además, una pronunciada dependencia del gigante asiático en varios de los bienes que han sido identificados como estratégicos. Así mismo, es pronunciada la dependencia europea de Estados Unidos en varios ámbitos tecnológicos, como la nube y tecnologías de punta como la inteligencia artificial.
Así, Europa parece no estar interesada en tomar partido en la rivalidad que actualmente se ha establecido entre las dos grandes potencias, sino en adoptar una posición pragmática, pero basada en principios; enfocada en el objetivo de construir el mayor grado de autonomía estratégica posible y en defender sus principios de democracia, promoción y protección de derechos individuales y desarrollo sustentable.
Con esta visión avanza en su relación con China, a la que percibe como una fuente de grandes oportunidades comerciales, pero también como un competidor económico y sistémico. El Acuerdo de Inversiones ente la Unión Europea y China, que fue acordado en principio en enero de este año, refleja esta perspectiva, al menos por la parte europea. También resulta importante para los objetivos europeos estrechar la cooperación con China en el combate al cambio climático, tema en el que se pueden identificar importantes coincidencias en los foros multilaterales.
A la vez que se acentúa la confrontación ideológica este-oeste sobre los modos de gobernanza y sobre las reglas del orden internacional, aumenta igualmente la necesidad de cooperar en la construcción de reglas que rijan la competencia económica. En este sentido, la pandemia acentuó las preocupaciones a favor de la autonomía estratégica, pero esta vez con giros que no necesariamente la contraponen con la liberalización de mercados y de los flujos de inversiones. Las condiciones y oportunidades parecen invitar a un fortalecimiento de las cadenas de producción y distribución, tanto intrarregionales, como entre Europa y Estados Unidos.
Las autoridades europeas visualizan un futuro orden internacional basado en reglas, en el que la UE logrará mantener el grado de autonomía estratégica suficiente para poder proteger y defender sus valores sociales, así como para preservar y fortalecer su liderazgo en cuanto a la protección del medio ambiente.
*Asociado Comexi.