Publication Date: 27-04-2022
El conflicto armado entre Rusia y Ucrania ha demostrado como la influencia del Kremlin continua a ser un elemento crucial en la política interna de los países del este de Europa. En circunstancias normales los procesos electorales giran alrededor de problemáticas sociales y económicas como la migración o el efecto de la pandemia del COVID-19 en el mercado laboral. Sin embargo, el resultado de las elecciones en Serbia y Hungría demuestra como los gobiernos autoritarios pueden usar conflictos bélicos para impulsar su campaña electoral y asegurar su puesto en el gobierno. Ambos países vivieron una campaña electoral que terminó el 3 de abril dando la Victoria al Partido Fidesz del primer ministro Víctor Orban en Hungría con 53% votos a su favor y al Partido progresista serbio (SNS) de Aleksander Vucic con 43% del total de votos.
Con 12 años en el poder, el presidente Orbán es el líder de estado que ha gobernado ininterrumpidamente por más tiempo un país de la unión europea. Por otro lado, el Partido progresista Serbo cofundado por Vučić en 2008, después de separarse del partido de extrema derecha Partido Radical Serbo (SRS), lleva en el poder desde el 2012. Ambas trayectorias políticas comparten una serie de factores que asemejan a la figura del presidente ruso, Vladimir Putin, como la paulatina divergencia de los valores y principios de la Unión Europea, la interferencia en el sistema de justicia y el control de los medios de comunicación nacionales.
Ejemplo claro de esto fue el hecho de que el contrincante de Orbán, Peter Marki-Zay, tuvo solamente cinco minutos para poder presentar sus propuestas en las cadenas televisivas nacionales.
El presidente Orbán enfoco gran parte de su campaña electoral ha deslegitimizar a la oposición con el argumento de que una victoria electoral de un Partido con línea dura contra Moscú incurriría en el error de incrementar la vulnerabilidad energética de Hungría y pondría en riesgo la seguridad nacional al apoyar abiertamente la ofensiva ucraniana. En términos numéricos Hungría depende de más del 75% de las importaciones de energía de Rusia, hasta el punto de ser el país de la UE más vulnerable a cualquier interrupción del suministro. Sin embargo, la posición de Hungría en torno al conflicto entre Rusia y Ucrania ha sido contradictoria, Orbán acepto las sanciones en contra de Moscú mientras expresaba su rechazo al envío de armas por parte de la UE y la OTAN a Ucrania, así como de su tránsito por territorio húngaro. Además, Budapest veto el embargo de gas y petróleo de Rusia. La ambigüedad húngara se basa, por tanto, en cálculos oportunistas y en la necesidad de garantizar la seguridad energética del país a largo plazo.
Serbia al igual que Hungría depende en gran medida de la importación energética rusa, 89% del consumo de gas y petróleo serbo proviene de Rusia. Así es que mientras gran parte de los países occidentales imponían sanciones en contra de Rusia, Serbia entablaba pláticas con Moscú para que la compañía estatal de gas natural Srbijagas empezara un plan comercial a 10 años. La distancia táctica de Belgrado sobre la invasión rusa sigue un cálculo de riesgo en donde se busca mantener las cadenas de suministro energético al mismo tiempo que se muestra al mundo solidario con Ucrania. Vučić condenó la invasión de Ucrania, pero sin sancionar a Moscú. Una posición calculada que busca maximizar el sentimiento pro-ruso en Serbia, el cual representa un gran capital electoral, como lo demuestran las recientes protestas en la capital, Belgrado, en apoyo de la acción militar de Rusia en Ucrania.
Para Vučić y Orbán será esencial mantener los precios del gas bajos y evitar ser parte de sanciones por parte de la Unión Europea dada su posición ambigua frente al conflicto entre Rusia y Ucrania. En las próximas semanas veremos como Hungría y Serbia navegan las recientes acusaciones de crímenes de guerra por parte de Rusia en su retirada hacia el este de Ucrania en Irpin y Bucha. Si ambos gobiernos no logran balancear efectivamente este posicionamiento político podría ocasionar inestabilidad en la región balcánica y aislaría a ambos pueblos de la Europa occidental. Las prioridades de Hungría y serbia sin embargo parecen claras, mantener el conflicto lo más lejos posible de los bolsillos de sus respectivos pueblos salvando las necesidades energéticas de sus países a costa del distanciamiento con la toma de decisiones de la Unión Europea.
Roberto Chavez es asociado del COMEXI y actualmente es especialista de seguridad para International SOS en el centro regional de seguridad con base en Dubái. En el pasado colaboró como analista de inteligencia para la compañía belga Hozint. Realizó estudios de posgrado en política internacional en SOAS Londres y de business analytics con el 24ore Business School de Milán.
Participación en El Sol de México