Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales

Última actualización:
2025-10-08 12:47

LOS NIÑOS DE UCRANIA

Fecha Publicación: 06-10-2025

En septiembre de 1939, mientras Europa se hundía en la guerra, el Reino Unido inició una evacuación sin precedente. Millones de niños y civiles fueron enviados a zonas rurales con un solo objetivo: salvarlos de las bombas que probablemente caerían sobre el sur de Inglaterra. Esa operación, conocida como “Operation Pied Piper”, buscaba proteger la inocencia en medio de la barbarie.

En el mismo continente, en Polonia, ocurría lo opuesto: la Alemania nazi secuestró a más de 200 mil niños, muchos arrancados de sus familias para ser germanizados a la fuerza. Aquellos pequeños fueron privados de su idioma, de su identidad y de sus raíces. Con el tiempo, ese crimen se reconocería como el crimen de guerra de secuestro de niños.


Más de ocho décadas después, la historia se repite. De acuerdo con la organización Children of War, desde el inicio de la invasión de Rusia a Ucrania en 2022, hasta septiembre de 2025, casi 20 mil niños han sido secuestrados de forma ilegal, para llevarlos de sus hogares en el este de Ucrania a la Federación de Rusia.


El Humanitarian Research Lab de la Universidad de Yale se ha dado a la tarea de rastrear la identidad de los niños secuestrados y, dentro de su investigación documental, relata cómo muchos de estos niños han sido enviados a campos de reeducación, donde se les obliga a cantar el himno ruso y se les castiga por hablar ucraniano. Los testimonios de los menores que han logrado regresar revelan humillaciones constantes, adoctrinamiento sistemático y amenazas relativas a hacer daño a sus familiares si los niños se niegan a seguir instrucciones.


Rusia, lejos de ocultarlo, ha modificado sus leyes de adopción para facilitar que esos niños sean entregados a familias rusas. Con un trámite exprés, la nacionalidad ucraniana se borra y se reemplaza con papeles rusos, como si la identidad de un niño fuera un simple documento. Las acciones del gobierno ruso son un intento calculado de borrar una generación entera, con el fin de arrancar de raíz el origen, la historia y la identidad de cada uno de los niños secuestrados.

En marzo de 2023, en un hecho sin precedente, la Corte Penal Internacional emitió órdenes de arresto contra Vladimir Putin y Maria Lvova-Belova, comisionada para la niñez en Rusia, por crímenes de guerra relacionados con la deportación y traslado ilegal de menores. Nunca antes un jefe de Estado de un miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU había sido acusado formalmente de secuestrar niños, un acto que no puede explicarse como “daño colateral”, sino como una política deliberada.

La guerra en Ucrania se ha convertido en el conflicto geopolítico más trascendente en Europa desde 1939. Se discute sobre armamento, sanciones, corredores energéticos y la posibilidad de un choque directo entre la OTAN y Rusia. Pero, en medio de esas discusiones estratégicas, no se debe olvidar algo esencial: casi veinte mil niños han visto su infancia robada.

Los niños de Ucrania deberían estar en la escuela, aprendiendo matemáticas, jugando futbol en un parque, riéndose con sus hermanos y hermanas. En lugar de eso, sufren un proceso de manipulación que busca convertirlos en instrumentos de propaganda y negarles el derecho más básico: ser niños.

El futuro de Europa se va a determinar en gran medida de acuerdo a la manera en que esta sea capaz de responder a las violaciones elementales de los derechos humanos observadas durante el conflicto. Rusia, por su parte, seguirá hablando de su seguridad, su lugar en el mundo o de su resistencia frente a Occidente. Pero, mientras mantenga retenidos a las hijas e hijos de Ucrania, no podrá reclamar autoridad moral alguna.

Si Moscú quiere recuperar alguna credibilidad como actor internacional, debe comenzar por lo más simple y lo más humano: devolver a los niños de Ucrania a sus madres y padres, a sus abuelos, a sus comunidades. Los niños de Ucrania deben regresar a su lengua, a sus canciones, a sus juegos, a su país. Antes que ucranianos, antes que víctimas o cifras, son lo que siempre debieron ser: niños.

 

Participación en La Silla Rota