Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales

Última actualización:
2025-06-06 10:18

LA PELEA ESTELAR: CHINA CONTRA EU

Fecha Publicación: 04-06-2025

El orden internacional, basado en reglas establecidas tras la Segunda Guerra Mundial y consolidado tras la Guerra Fría, se encuentra en una fase crítica de transformación. A pesar de las numerosas crisis globales, este sistema ha logrado persistir.

No obstante, en los años recientes —marcados por la pandemia, la guerra en Ucrania y el Medio Oriente, el auge de regímenes autoritarios y la creciente polarización ideológica— se han desdibujado los cimientos de un equilibrio global duradero.

En este escenario convulso, la rivalidad entre China y Estados Unidos se convierte en el eje central de la reconfiguración del poder global. Ambos actores despliegan estrategias para posicionarse como la fuerza dominante de este nuevo orden. La esperanza de un mundo post-Covid guiado por el multilateralismo y la cooperación ha sido reemplazada por una lucha explícita por la supremacía tecnológica, comercial, espacial y geopolítica.

Estados Unidos, tradicional garante del sistema internacional liberal, ve su hegemonía desafiada por una China que ha consolidado su influencia económica, militar y diplomática, especialmente en regiones clave como América Latina y África. Esta competencia no se limita al terreno militar o comercial, sino que se extiende a la arquitectura global de alianzas y organismos, las cadenas de suministro, el ciberespacio y el control de tecnologías emergentes.

Uno de los frentes más notables de esta disputa es el económico. La guerra comercial llevó a empresas chinas a buscar atajos para sortear aranceles, utilizando a México como puente hacia el mercado estadounidense. El incremento en el flujo de contenedores desde China a México y las inversiones en plantas de manufactura chinas en territorio mexicano reflejan una estrategia de adaptación y persistencia por parte de Beijing. A su vez, Estados Unidos intenta blindar su mercado a través de reformas en el T-MEC, para evitar que productos chinos accedan al país con beneficios arancelarios.

Otro pilar de esta competencia es la consolidación de alianzas estratégicas. En este contexto, Brasil se ha convertido en uno de los socios más importantes de China en América Latina. Ambos países han desarrollado una cooperación de décadas en los sectores de telecomunicaciones, agricultura, infraestructura y, especialmente, en tecnología espacial. China y Brasil mantienen desde hace años un acuerdo para el desarrollo conjunto de satélites, y el país sudamericano alberga instalaciones clave, como el Centro Espacial de Alcántara. Además, Brasil es miembro de los BRICS, cuya expansión reciente con nuevos países miembros fortalece una visión de gobernanza multipolar en contraposición al liderazgo occidental. Esta estrecha relación con China ha generado tensiones en Washington, que considera a Brasil una pieza clave en el equilibrio de poder hemisférico.

En paralelo, China ha tejido una red de relaciones estratégicas en América Latina. Ha desplazado a Estados Unidos como principal socio comercial de varios países sudamericanos, ha multiplicado su inversión directa y ha incrementado su presencia en sectores sensibles como el espacial. Desde bases de observación satelital hasta participación en infraestructura crítica, la expansión china ha encendido las alarmas en Washington.

En respuesta, Estados Unidos ha intensificado su actividad diplomática y militar en la región. Ha impulsado alianzas en materia espacial con países como Brasil, Chile y Argentina, tratando de limitar el acceso de China a información estratégica. Sin embargo, algunos países como Venezuela y Bolivia se han alineado abiertamente con Beijing, lo que refuerza la fragmentación regional. El ámbito espacial, tradicionalmente reservado a potencias selectas, se ha convertido en una nueva zona de competencia. Beijing busca liderar asociaciones con países de ingresos medios y con el Sur Global, mientras Washington intenta reforzar su doctrina espacial en el hemisferio occidental. La superposición entre usos civiles y militares en tecnología espacial agrava la desconfianza mutua.

En términos más amplios, la pugna entre Estados Unidos y China por el liderazgo global ha impulsado una proliferación de acuerdos paralelos, instituciones alternativas y bloques regionales que cuestionan la unipolaridad estadounidense. China impulsa iniciativas como la Franja y la Ruta, mientras que Estados Unidos trata de revitalizar alianzas tradicionales y forjar nuevas, como el Quad o AUKUS en Asia-Pacífico. Esta batalla por la influencia se libra en múltiples tableros, desde el Indo-Pacífico hasta América del Sur, y tendrá efectos duraderos en el diseño de la gobernanza internacional.

El nuevo orden mundial no se construirá solo con tratados o acuerdos comerciales. Está en juego un rediseño profundo del equilibrio global, donde factores como la seguridad energética y alimentaria, el desarrollo tecnológico, el modelo político y la competencia ideológica serán determinantes. Donald Trump y Xi Jinping, en sus respectivos estilos, representan visiones antagónicas del liderazgo global: una centrada en el nacionalismo económico y la confrontación directa; la otra en la expansión paciente y la influencia estructural.

La pregunta ya no es si habrá un nuevo orden, sino qué forma tomará, quién lo liderará y cómo responderán los demás actores a esta pugna. La contienda entre China y Estados Unidos será prolongada, multifacética y definitoria para el siglo XXI. A los demás países les corresponderá, como espectadores o participantes, definir su papel en esta pelea estelar.

X: @CharLPMaltos

Participación en El Sol de México