Fecha Publicación: 26-05-2025
El mes de mayo es ahora fecha obligada para las instituciones diplomáticas o educativas que mantienen algún tipo de relación con el continente africano y que se disputan el control y el sentido de las celebraciones del Día de África. Así, el festejo se convierte en éxtasis y necesidad cuya obligatoriedad hace difícil revisar ¿qué se celebra, qué tipo de pasado se exalta, qué uso le damos a dicha celebración en función del presente e incluso del futuro? Si el presente del pasado es la memoria y el presente del futuro es la utopía ¿Cuál es el uso político que le damos a la conmemoración? ¿Si el recuerdo es siempre selectivo: qué omitimos en los olvidos propios del aquelarre festivo?
Hace más de cinco décadas (1958), un grupo de activistas y líderes políticos se congregó en Ghana para llevar a cabo la Conferencia de Estados Independientes Africanos. Era también la primera Conferencia Panafricana que consecuentemente traía consigo la declaración del 15 de abril de 1958 como el Día de la Libertad Africana (African Liberation Day) cuya razón de ser, emanada directamente de la pluma de Kwame Nrumah, era recordar la determinación de los pueblos africanos para liberarse a sí mismos de la dominación y explotación extranjeras.
Cinco años más tarde (1963), los representantes políticos de más de treinta países africanos recién liberados de la presencia colonial se reunieron en la ciudad capital de Etiopía, Addis Abeba, para establecer la Organización para la Unidad Africana (OUA). Las viejas consignas de libertad y liberación surgidas de las conferencias panafricanistas se abandonaron en función de una nueva fecha en la liturgia festiva: el Día de África (25 de mayo de 1963) que, desde entonces habría de conmemorar la fundación de la Organización de la Unidad Africana (OUA), institución que de manera paulatina terminaría por abandonar los fundamentos panafricanistas (promover los movimientos de descolonización, fortalecer la cooperación entre los Estados miembros y eliminar los resabios del colonialismo) hasta que durante la década de 1980, se concentró en la búsqueda por la unidad y el desarrollo de sus Estados miembros. Dos décadas más tarde, ante el obvio agotamiento político de la OUA, diversos mandatarios reunidos en Libia se adhirieron a la Declaración de Sirte, en la que se acordaba la creación de la Unión Africana (1999). Esta organización (UA) ha establecido diversas rutas e iniciativas, a saber: la Nueva Alianza para el Desarrollo de África (NEPAD) cuya meta fundamental es lograr un “Renacimiento Africano” mediante la promoción de la democracia, el respeto a los derechos humanos, el desarrollo sostenible, entre otras cosas.
Los olvidos detrás de la celebración del Día de África promueven un presente y un futuro en el cual pareciera que el continente se halla listo para repetir consignas provenientes de las instituciones financieras internacionales (“buena gobernanza”, democracia y desarrollo sostenible) que aniquilan la agencia histórica de los pueblos africanos. Estas amnesias actúan como un solvente que diluye el peso de la historia, el pasado y la memoria en función de un presente y futuro de escaso contenido emancipatorio. El Renacimiento Africano, piedra angular de la Unión Africana, es inconcebible si no está anclado en proyectos e iniciativas de África para una descolonización entendida no sólo como la conquista del poder sino como una transformación más amplia de las jerarquías sexuales, de género, epistémicas, económicas, políticas y raciales del sistema mundo moderno colonial.
En tanto, mera fecha conmemorativa, celebración sin contenido histórico en tanto que elude los orígenes panafricanos y su crítica al colonialismo, el Día de África corre el riesgo de convertirse en un elemento de legitimación del status quo que, en cuanto tal, estrecha los futuros posibles, el presente en devenir. De tal modo, los disputados festejos del Día de África van acompañados de una amnesia selectiva cuya dinámica promueve el olvido de que nos hallamos en un momento histórico que debería obligar a pensar en las limitaciones de los movimientos de liberación nacional africanos, en aquellas zonas de no existencia (colonialidad global) originariamente establecidas por el colonialismo y que, pese a todo, no fueron desactivadas por los procesos de liberación nacional. Al no interrogarse sobre los que no están invitados al festejo, el Día de África parece olvidar ¿cómo celebran quienes no han sido convidados, las contra-historias de quienes no han sido integrados a los festejos? Aminata Traoré parece responder: “La democracia liberal, tal como se define en occidente, no la queremos más. Preferimos hacernos la pregunta de cómo democratizar de otra manera…”.
POR MARCO REYES
PROFESOR-INVESTIGADOR. UAM-IZTAPALAPA. DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA. MIEMBRO DE LA UNIDAD DE ESTUDIO Y REFLEXIÓN DE ÁFRICA, MEDIO ORIENTE Y SUDOESTE ASIÁTICO DEL COMEXI
Participación en El Heraldo de México