Fecha Publicación: 15-05-2025
Este año, la presidencia del G20 — foro que reúne a las 20 economías más grandes del mundo — está a cargo de Sudáfrica. Esto no solo marca la primera vez que el foro se realiza en suelo africano, sino que también inaugura la oportunidad de redefinir las alianzas globales desde el Sur.
Si bien muchas miradas se centran en las grandes potencias, existen regiones con poca o nula representación formal en el foro, pese a su creciente peso geopolítico. En ese escenario, Türkiye se perfila como un actor clave: un país que ha tejido vínculos profundos tanto con África como con Eurasia y que, gracias a su ubicación geopolítica y activa diplomacia, se proyecta como un articulador natural entre regiones y prioridades globales.
En la reciente reunión ministerial del G20 en Johannesburgo, el ministro de Relaciones Exteriores turco, Hakan Fidan, articuló una visión clara: si el mundo quiere paz y seguridad sostenible, es imprescindible una gobernanza global más representativa e inclusiva.
Durante las últimas dos décadas, Türkiye ha consolidado una relación político-económica profunda con África. Con aproximadamente 50 visitas oficiales de su presidente a 31 países y más de 7 mil millones de dólares en inversiones directas, Ankara ha logrado pasar del discurso a la acción.
En el marco del G20, esta relación cobra un valor adicional: posiciona a Türkiye como un puente estratégico entre continentes, culturas y crisis compartidas. Su apuesta por conectar regiones a través de corredores económicos como el Transcaspiano —que enlaza Asia Central, el Cáucaso y el Mediterráneo Oriental— demuestra que Ankara aspira no solo a participar en la conversación global, sino también a reconfigurar sus rutas y sentidos.
Türkiye ha entendido que el G20 no es simplemente un foro económico. Es también un terreno de disputa simbólica y política. Por ello, ha subrayado la necesidad de ampliar la participación de economías en desarrollo y actores regionales en la toma de decisiones globales. Türkiye, que históricamente ha defendido la necesidad de reformar las instituciones internacionales para reflejar las realidades multipolares — como el Consejo de Seguridad de la ONU — encuentra en Sudáfrica un aliado y plataforma estratégica.
Con el lema Solidaridad, Igualdad y Sostenibilidad, la presidencia sudafricana propone una narrativa que conecta profundamente con la visión turca de una gobernanza global efectiva. Ambos países entienden que la reforma de las estructuras internacionales no puede postergarse más. En este marco, Türkiye ha sido consistente en su defensa de causas que resuenan con el Sur Global. Su apoyo a Palestina, no como gesto diplomático aislado, sino como parte de una política exterior basada en justicia internacional, conecta con las sensibilidades africanas, asiáticas, latinoamericanas y de Oriente Medio.
Con su participación en espacios como MIKTA, un grupo que comparte con México, Indonesia, Corea del Sur y Australia, o su reciente cumbre ministerial con 14 países africanos en Djibouti, el Estado turco refuerza su imagen como actor dispuesto a construir soluciones prácticas que trascienden poder duro.
Evidentemente, el G20 de Sudáfrica 2025 llega en un momento crítico. La arquitectura global enfrenta un punto de inflexión, donde los viejos esquemas de poder se erosionan y nuevas voces exigen espacios reales de influencia. Más allá de los discursos, Türkiye muestra que es posible ampliar los márgenes de acción de las potencias intermedias mediante una diplomacia activa, multisectorial y conectada con los desafíos contemporáneos. Si Türkiye y Sudáfrica logran traducir su visión en alianzas y agendas concretas, quizá estemos más cerca de un multilateralismo que no solo sea efectivo, sino también digno. Porque al final, el verdadero liderazgo no vendrá de quien más imponga, sino de quienes mejor sepan dialogar, tender puentes y sumar voluntades.
Estudiante de Relaciones Internacionales en ITESO, delegada de México en el G20 juvenil 2024 y Miembro de la UER Mediterráneo Oriental, Cáucaso y Asia Central de COMEXI.
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