Fecha Publicación: 23-01-2025
Entre nubarrones, el 20 de enero de 2025 inició el nuevo mandato de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos de América. Dispuesto a agitar el tablero global, como Showman que es, el magnate neoyorquino esgrimió muchas de las amenazas de campaña desde su primer día de investidura, dando la nota periodística por sus formas, por sus dichos y por las decenas de polémicos decretos que firmó en un escenario propicio para el espectáculo.
Para el mundo, Donald Trump es un viejo conocido y, sin embargo, no deja de ser un personaje impredecible. Sin embargo, en pocas partes del mundo, como en Ucrania, el regreso de Trump ha causado tanta zozobra.
A casi tres años de la invasión rusa a Ucrania, con el conflicto en punto muerto, el agotamiento físico y anímico de las tropas ucranianas, el avance de Rusia en el terreno y la ineficacia de las sanciones económicas de Occidente, el panorama no es precisamente halagüeño.
La política exterior del segundo mandato de Donald Trump parece concentrarse, en primer término, en marcar una clara distancia con su antecesor y, en segundo lugar, en enfocar sus energías en la guerra comercial y tecnológica contra China.
En su discurso inaugural, Trump aseguró que su legado más orgulloso consistirá en ser “un pacificador y unificador”. Se anotó como triunfo propio el cese al fuego provisional en Medio Oriente, mientras reprochó a la administración Biden por entregar fondos ilimitados para defender fronteras extranjeras, en clara alusión a Ucrania.
Trump dijo que hablaría pronto con Putin y este último también se dijo dispuesto al diálogo. Si bien, la promesa de acabar con el conflicto en Ucrania en 24 horas era difícil de creer y de cumplir por el inquilino de la Casa Blanca, su enviado especial, el general retirado, Keith Kellogg, anunció que era una prioridad a corto plazo, estimado en unos 100 días. La Postura del veterano de guerra coincide con la del vicepresidente estadounidense J.D. Vance, en el sentido de obligar a Kiev sentarse a negociar la paz con Moscú. La presión ya ha iniciado. Donald Trump anunció la suspensión de la ayuda al exterior, por 90 días, lo que tendrá un importante impacto en Kiev.
Es difícil advertir el desenlace del conflicto, pero parece que la solución de Washington pasa por congelar las líneas de combate y obligar a Ucrania a ceder parte de su territorio, ya ocupado, a cambio de garantías de seguridad.
Tampoco debería sorprender el desdén de Trump hacia la integridad territorial de Ucrania. Es clara su visión expansionista en su nuevo mandato. Ha amenazado con “recuperar” el Canal de Panamá, con cambiar el nombre al Golfo de México, con hacer de Canadá el estado 51 de la Unión Americana y de tomar por la fuerza Groenlandia, territorio autónomo, perteneciente a Dinamarca, país que, por cierto, es miembro de la OTAN y de la Unión Europea (UE).
El afán imperialista del actual presidente estadounidense, escoltado por una oligarquía tecnocrática que domina el espectro tecnológico y de las redes sociales, lo acerca mucho más al mandatario ruso que a sus aliados europeos.
Hoy Europa depende más de los Estados Unidos, tanto en materia comercial y energética, como en materia de defensa. El conflicto en Ucrania ha desgastado a Europa y la ha llevado a hipotecar su autonomía estratégica frente a Washington.
En los últimos meses han quedado en evidencia las fisuras en los consensos, tanto en la UE como en la OTAN, sobre el destino de Ucrania, mientras el resquebrajamiento de gobiernos como el alemán y el francés muestran la carencia de liderazgos claros en la región, además del galopante ascenso de la ultraderecha en Europa, afín a Trump y a los magnates que lo acompañan.
Donald Trump ha vuelto y lo ha hecho de manera recargada. Sabe que puede someter a una Europa debilitada y quizás prescindir de ella para negociar directamente el fin del conflicto entre Rusia y Ucrania. Amenazará nuevamente a la OTAN con retirar a Estados Unidos de la organización, y podrá condicionar su apoyo mientras presiona con aranceles y bloqueos comerciales a la UE.
A pocos meses del 75 aniversario de la Declaración de Robert Schuman, que dio lugar a lo que hoy conocemos como Unión Europea, valdría la pena renovar los valores que le dieron origen al proyecto europeo y refrendar las ideas del ex ministro de exteriores francés: “Europa requiere de unos esfuerzos creadores, equiparables a los poderes que la amenazan”.
Profesor del Posgrado de la UNAM. Miembro de la Unidad de Estudio y Reflexión sobre el conflicto Rusia-Ucrania del COMEXI.
Participación en El Sol de México