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EL ACUERDO DE INVERSIÓN CHINA-ITALIA, REFLEJO DE LA NUEVA GEOPOLÍTICA MUNDIAL

Stephan Sberro

OPINIONES OPORTUNAS

Fecha Publicación: 04-04-2019

Desde hace veinte años, el mundo es testigo del masivo  empujón chino en dos regiones donde su imperio había estado ausente históricamente, África y América Latina. En estas dos regiones está desplazando a los dos hegemones tradicionales, Europa y Estados Unidos. La apuesta china era transparente: crear infraestructuras que le permitieran extraer materias primas más fácilmente para llevarlas al mercado chino e inundar los demás mercados en desarrollo de productos chinos. En realidad, esto constituye solamente una etapa menor en el plan global chino.

 

La visita del presidente chino a Europa, con sus etapas italiana y francesa, pone en evidencia un plan mucho más ambicioso: volverse la primera potencia mundial gracias a un acceso privilegiado no solamente a los mercados sino a las infraestructuras de comunicación europeas. En la más tradicional visión estratégica heredada de la rivalidad entre los imperios británico y ruso en el siglo XIX y de sus herederos, los imperios estadounidense y soviético, China planea dominar Europa.

 

La llamada Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda (Belt and Road Initiative) es una referencia directa a la estrategia decimonónica del Gran Juego británico o a la doctrina estadounidense de contención durante la Guerra Fría. Parece que esta vez la potencia continental tiene todas las de ganar. Frente a las potencias marítimas anglosajonas, China se encuentra en un escenario distinto al del imperio ruso o la URSS, que fue derrotado una y otra vez a pesar de sus veleidades constantes y desesperadas de reconquistar su estatuto de gran potencia. China aprendió  la lección rusa. Se apoya en una estrategia planificada basada a la vez en las infraestructuras de transportes y en su agresivo dinamismo económico, exactamente la receta que explica el éxito británico en el siglo XIX y el estadounidense en el siglo XX: El acuerdo con Italia es probablemente el mayor avance y la mejor demostración de esta estrategia.

 

El acuerdo entre Italia y China tiene un gran significado para todos los europeos. Uno puede sorprenderse de que Italia (cuarta potencia europea y sexta potencia mundial en términos económicos) se deje “avasallar” y acepte ser el caballo de Troya de una potencia rival de la Unión Europea. Con el acuerdo, el país acepta un programa de inversiones masivas a cambio del control de sus principales infraestructuras marítimas. Como su antecesora británica, China logra penetrar un país en declive y dividido, inmerso en un caos político. Como muestras de esta decadencia, Italia entró en recesión desde 2018 y el tema de infraestructura pasó a ser prioridad para la opinión pública tras la terrible y mortal caída de un puente en Génova el mismo año.

 

El gobierno populista del país está dividido en dos ramas antagonistas, un populismo de extrema derecha, heredero indirecto del fascismo de los años treinta, y un confuso populismo que parece de  izquierda, el movimiento “Cinco Estrellas”. El mayor impulsor del acuerdo fue el Luigi di Maio (candidato por el Movimiento Cinco Estrellas a Primer Ministro durante las elecciones de 2018). Afirmó que el acuerdo busca reducir el déficit comercial de Italia con China en el corto plazo. Actualmente este déficit asciende a 17.6 mil millones de euros, más del 120% del PNB, el segundo mayor de Europa después de Grecia. Por su parte, la segunda cabeza del bicéfalo gobierno italiano, Matteo Salvini (Ministro de Interior) advirtió que el acuerdo permitiría la colonización china de los mercados italianos. Se opuso abiertamente al pacto.

 

Italia es el primer país del G7 en firmar un acuerdo con China con miras a fortalecer su proyecto geopolítico en el continente. En 2016, la empresa estatal china COSCO adquirió el 51% de las acciones del puerto de Pireo en Grecia. Con ello adquirió una entrada de navegación a Europa y ha convertido el puerto en el segundo más importante de la región. Con base en este éxito, China ha incrementado su inversión en otros puertos europeos. Destaca su dinamismo en el puerto de Zeebrugge, Bélgica (con salida al Mar del Norte). Con la firma del nuevo acuerdo con Italia, China adquirirá acceso a otros puertos estratégicos como el de Génova y el de Trieste (que cuenta con vías de tren con conexión directa a Europa Central).

 

En total, se firmaron 29 acuerdos que suman inversiones de 2.8 mil millones de dólares. China logra así matar dos pájaros de un tiro. Por un lado, instalarse en un país clave de Europa y dividirla, debilitando así a uno de sus rivales en la conformación del nuevo orden internacional caracterizado por el retiro de Estados Unidos. Por otro, el continuo declive de Rusia.

 

La Unión Europea (encabezada por el pilar franco-alemán) mostró rechazo ante el acuerdo. Si bien el presidente chino también visitó Francia y realizó una compra masiva de aviones Airbus, el presidente Macron expresó ante la prensa que, frente a la intrusión China, “el periodo europeo de naïveté (ingenuidad) ha terminado”. Intentó demostrar una unidad europea invitando a la canciller Merkel de Alemania y al presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. En un comunicado publicado el 12 de marzo (EU-China: A Strategic Outlook), la Comisión Europea catalogó a China como un “competidor económico” en lugar de un “colaborador económico” en materia industrial y como un “rival sistémico” que promueve modelos alternativos de gobernanza. Jean-Claude Juncker recalcó que el acuerdo con Italia pone en una situación difícil a la UE, en la que parece tener que escoger entre cooperar con Estados Unidos o con China. La primera preocupación es que la mejoría de las infraestructuras de comunicación solo beneficie a uno de los dos socios. Los europeos estiman que no existe reciprocidad, es decir, que no se logrará una apertura de la misma magnitud para empresas europeas que busquen incursionar en el mercado chino.

 

En resumen el acuerdo entre China e Italia es sintomático del reacomodo económico y político del mundo. Más allá de la declinante Italia, la Unión Europea en su totalidad demuestra su debilidad y su división, de la cual se aprovechan sus rivales. Rusia se apoya en Alemania para acentuar la dependencia energética, mientras Estados Unidos crea una zanja con su penetración política y militar en Europa central y oriental. Es también notorio que con el Brexit, Europa es más débil y el Reino Unido ya no cuenta en los grandes debates mundiales. Tanto Estados Unidos como China o Rusia buscan otros aliados, y Londres tampoco puede ya influir en las decisiones continentales.

Pero la historia no es lineal y Europa, al igual que China, puede reservarnos algunas sorpresas.