Publication Date: 10-06-2019
Europa acudió a votar en las recientes elecciones en medio de una gran incertidumbre sobre el futuro de la Unión Europea, con uno de sus socios, Reino Unido, en proceso de incierto divorcio, y la consolidación en casi todos los países de formaciones de extrema derecha.
El Parlamento Europeo, con 751 miembros, es una de las asambleas democráticas más grandes del mundo y una institución clave del proceso de integración de la Unión Europea. Es la única institución europea elegida por sufragio universal y por tanto el representante directo de los ciudadanos europeos.
La gran polarización inducida por dos grandes fuerzas el nacionalismo y el populismo en Francia e Italia y el surgimiento de un voto joven y ecologista, especialmente en Alemania han sido las dos claves que han conducido a los ciudadanos a las urnas con mayor intensidad que en anteriores ocasiones.
En términos absolutos el Partido Popular Europeo (PPE) de centro-derecha ha sido la fuerza más votada en estas elecciones al Parlamento Europeo con el 29,43% de los votos y 221 escaños; pero es también el que recibe un mayor castigo al perder 53 representantes.
La personalidad política más castigada en estas elecciones es el presidente francés, Emmanuel Macron, debilitado en sus propósitos de liderar la construcción europea.
El resultado en Francia se suma al de Italia, dos socios fundadores del proyecto europeo, en los que han prevalecido las apuestas de extrema derecha populista de Marine Le Pen y Matteo Salvini. También queda desgastada la gran coalición que gobierna Alemania en las últimas elecciones europeas con la presencia de Ángela Merkel, firme europeísta.
Un resultado claro es que el antieuropeísmo difícilmente tendrá suficientes escaños como para bloquear la actividad parlamentaria, sobre todo por las divisiones que dificultarán su convergencia en un solo grupo. Como sucedió en 2014, los malos augurios euroescépticos volvieron a evaporarse. Los eurófobos han aumentado más de 50 escaños pero todavía están lejos de representar un número suficiente de bloqueo en la Eurocámara.
Resulta interesante mencionar el caso de Reino Unido, que de haberse realizado el Brexit no habría participado en estas elecciones. El Partido Conservador, inmerso en su propia guerra interna, ha sufrido una derrota histórica, pero la oposición laborista también fue castigada. Los votantes de izquierdas han rechazado la ambigüedad de Jeremy Corbyn en torno al Brexit.
Es así que tanto ecologistas, como liberales, pasan a ser claves en la formación de mayorías en el hemiciclo y podrán a aspirar a cargos en el nuevo reparto de presidencias de las instituciones europeas. La negociación obligada para lograr confirmar mayorías y evitar la fragmentación apunta cada vez más hacia una transversalidad.
El Partido Popular Europeo (PPE), el más votado, deberá buscar pactos más allá de la familia socialdemócrata. Se pone de manifiesto el fin del bipartidismo con el que los dos grandes partidos habían gobernado la UE desde hace cuarenta años.
En un mundo globalizado la Unión Europea ha de afrontar el desafío de las potencias emergentes, formando alianzas en el seno de la Eurocámara. Europa debe ser responsable de su futuro, las elecciones europeas dejan como lección que si se quiere avanzar en la construcción europea, llegó la hora del multipartidismo y los consensos.