Fecha Publicación: 19-09-2019
Hoy somos testigos nuevamente de como las decisiones de los países desarrollados impactarán al resto del sistema económico mundial, teniéndonos a las puertas de una nueva recesión económica.
Al igual que hace 10 años, la crítica al enorme peso que tienen las finanzas en la economía sigue vigente, tanto para los mercados emergentes como para las economías menos desarrolladas. Ambos deben de tomar conciencia del papel que jugarán para no ser presas de la incertidumbre y estar un poco menos a la deriva en los ciclos económicos globales venideros.
En 2008 las 20 principales economías mundiales se reunieron para hacerle frente a la tormenta perfecta de las finanzas, la falla de los modelos de apalancamiento y distribución de riesgo de los grandes jugadores financieros que se hacían llamar los “amos del universo” y que, en palabras del CEO de Goldman Sachs en esos años Lloyd Blankfein, hacían “el trabajo de Dios”. Las reformas promovidas en aquel entonces por el G20 son sin duda una muestra de la cooperación que los tiempos requerían: se generaron instituciones de coordinación como el Consejo de Estabilidad Financiera; se ampliaron los recursos de las Instituciones Financieras Internacionales como el Fondo Monetario Internacional; y se estableció una agenda de cambios a la regulación internacional. Sin embargo, la ruta del G20 no era la única opción sobre la mesa.
Oportunamente, bajo el mismo contexto, en noviembre de 2008 el Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el nicaragüense Miguel d´Escoto Brockmann, convocó a la creación de la Comisión de Expertos en el Sistema Financiero Internacional, con el reconocido economista y nobel de la Paz Joseph Stiglitz a la cabeza, así como de forma incluyente con otros importantes investigadores financieros de todas las latitudes, resaltando la participación latinoamericana del Dr. José Antonio Ocampo de Colombia y el Dr. Pedro Páez de Ecuador. La premisa era “pensar fuera de la caja” el sistema financiero que la mayoría necesita, después de todo, no hay nada más legítimo que la toma de decisiones en el espacio multilateral por excelencia, el de las Naciones Unidas, en donde las decisiones son tomadas bajo el sistema de un estado - un voto.
En muchos aspectos, las propuestas de la Comisión Stiglitz coinciden con las del G20, por ejemplo, la necesidad de regulaciones más estrictas a las instituciones en términos de capital y apalancamiento, el limite al tamaño de las estructuras financieras, la eliminación de asimetrías de la información, la mejora de los mecanismos de identificación de riesgos y el establecimiento de elementos que generen mayor disciplina del mercado. Pero la Comisión Stiglitz va más allá, tanto en enfoque como en propuesta, aspectos tomados en cuenta por el G20 son resaltados, como: el caso de los intereses del consumidor; recomendaciones para evitar prestamos abusivos; y medidas para generar una discriminación positiva a favor de los consumidores.
La perspectiva de las causas de la crisis financiera de la Comisión Stiglitz es a su vez más crítica, señala como necesarias una política de rendición de cuentas de las instituciones financieras, mayor colaboración con el desarrollo por parte de los países desarrollados. También es más clara en cuanto a la ruta de la reforma a la Gobernanza Económica Global, señalando aspectos clave que al día de hoy no se han puesto sobre la mesa, como un sistema de Reservas Globales que sustituya al vigente basado en el dólar, o un mecanismo para reestructuración de deudas soberanas, que sustituya la relación asimétrica que se tiene hoy entre prestamistas y deudores.
Todas las propuestas de la Comisión Stiglitz quedaron plasmadas en el “Reporte de la Comisión de Expertos del Presidente de las Asamblea General de las Naciones Unidas sobre las reformas al Sistema Financiero y Monetario Internacional”, al tiempo que, de forma paralela, el 26 de junio de 2009, de forma extraordinaria se adoptó por consenso de los 192 estados miembros de las Naciones Unidas, una declaración sobre el impacto de la Crisis Financiera y Económica Internacional sobre el desarrollo; lo suficientemente amplio como para contar con el apoyo de todas las partes, pero sin ser lo suficientemente conciso para delinear una agenda de reformas de forma obligatoria. No deja de ser una victoria simbólica, pero sin fuerza suficiente para trascender.
Mucho del éxito de la agenda de reformas del G20 se debió a la voluntad y cooperación de las partes ante el temor al desastre, sin embargo, poco a poco la visión de conjunto se ha ido evaporando y cada vez se defiende más el interés nacional en primer lugar. No se debe esperar que el desastre nuevamente toque a las puertas del país para llegar al fondo de las reformas al sistema financiero internacional.
México debe ejercer una política exterior en materia financiera clara, apoyado en la ventaja de ser parte del G20, de esta forma podrá mantenerse un paso delante de los tiempos adversos y salir mejor librado hacia la búsqueda de un crecimiento sostenido, no se debe tener miedo de pensar “fuera de la caja”.