Fecha Publicación: 12-03-2020
Desde el inicio de las civilizaciones, la cercanía entre un grupo de personas y las zonas en las que viven han sido ejes del desarrollo y del bienestar. En los inicios, buscaban formarse en las cercanías de los ríos o de las zonas con mayor prosperidad agrícola. Conforme el hombre fue evolucionando y distintos factores fueron cambiando la interacción humana, se fue desarrollando el concepto de ciudad. Por ejemplo, la llegada de los automóviles por parte de Henry Ford revolucionó la conectividad entre zonas urbanas y fomentó el desarrollo de los llamados suburbios, en donde ahora la gente podría trasladarse, fomentando que las manchas urbanas se expandieran o se desarrollaran de forma satelital a las concentraciones de desarrollo económico. De hecho, hoy uno de los indicadores de desarrollo del modelo de crecimiento de los mercados, de acuerdo a Ruchir Sharma, cabeza de mercados emergentes en Morgan Stanley Investment Management, es el tamaño de una segunda ciudad, o ciudad satélite a una fuente de riqueza, como lo es Busan con Seúl en Corea del Sur, cuya región sería económicamente comparable a la trigésima sexta economía más grande del mundo, Río de Janeiro con São Paulo en Brasil o el área metropolitana de Ciudad de México.
Hoy esto se refleja en la formación de las denominadas megalópolis, término acuñado en 1961 por el geógrafo francés Jean Gottmann en Megalópolis, The Urbanized Northeastern Seabord of the United States, haciendo alusión a “aquel sistema urbano que contase con una población igual o superior a los diez millones de habitantes”.
En este contexto, las megalópolis han incrementado su injerencia a nivel mundial tomando papeles incluso más fuertes que los estados, reconfigurando la forma de hacer política pública e incluso de regular distintos temas. Se estima que para 2050, 66% de la población mundial habite en zonas urbanas. De ahí la relevancia de las megalópolis y la forma de interactuar entre ellas, que hasta hace algunos años se había dado de manera orgánica y, en la actualidad, se ha impulsado que sea de manera estructurada, como lo hace la zona metropolitana de Tokio, cuya generación económica es comparable a la de España e incluso más grande que la de Canadá.
Las megalópolis serán el modelo a seguir y serán las que marquen la pauta en el desarrollo de prioridades de cada región.
El statu quo cambia y son estas megalópolis las que comienzan a marcar el paso del mundo, impulsando iniciativas para mejorar la calidad de vida de sus habitantes en diversos temas, desde la utilización de big data, los temas relacionados con la diminución de dióxido de carbono, o bien, fomentando la conectividad con el internet de las cosas. En el caso específico de la movilidad, se replantean diversos y cambiantes retos, tanto para la movilización de bienes como de personas, y es que el tiempo es el recurso más apreciado por sus habitantes, por lo que mejorar los tiempos de traslado a casas y en tiempos de entrega de comidas o de compras se ha convertido en uno de los principales temas de estas megalópolis. Ahora está en ellas desarrollar mecanismos de intercambio de información, de desarrollar plataformas integrales horizontales en donde, sin importar la delimitación geográfica a la que uno pertenezca, se pueda fomentar el bienestar social de las personas. Ejemplos claros de esto son las plataformas que ya se han adaptado a esto, como UberEats, DiDi, Urbvan, Rappi o el propio Amazon, en donde la delimitación territorial ya no es una limitante, sino una oportunidad.
Las megalópolis serán el modelo a seguir y serán las que marquen la pauta en el desarrollo de prioridades de cada región, proponiendo mejoras para sus habitantes. ¿Está bien o mal? No hay una respuesta como tal, pero sin dudas, será importante que la iniciativa privada se mantenga activa con los tomadores de decisiones, pues habrá muchos retos y oportunidades que emanarán de este modelo.