Fecha Publicación: 17-04-2020
En su obra cumbre, el poeta clásico estadounidense T.S. Eliot arroja una sentencia definitiva: “Abril es el mes más cruel”, cita que bien podría funcionar como epígrafe de la actual coyuntura mexicana en cuanto a los asuntos de política interior y quizá, más aún, aunque de forma menos evidente, en lo relativo a la posición de México frente al mundo. Es el cúmulo de decisiones que el gobierno mexicano ha tomado en función de los grandes problemas mundiales, lo que ha sorprendido a tirios y troyanos en la comunidad internacional, dando pie a una nueva e involuntaria interpretación de país al exterior.
México frente al COVID-19
Abril de 2020 ha traído consigo la consolidación del continente americano como epicentro de la pandemia. Estados Unidos es el país más afectado en el mundo, y en nuestro territorio la velocidad y el aumento de la transmisión del virus ha sido exponencial. Frente a lo anterior, la decisión del presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido mantenerse inmóvil e inflexible en cuanto a su estrategia de contención. México es uno de los países con menos pruebas para detectar el virus, en contravención a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). A su vez, en materia económica, y en oposición de lo propuesto por el Fondo Monetario Internacional, el paquete de medidas para salvaguardar el consumo y el empleo durante la crisis es diminuto, casi inexistente.
Toda crisis mundial lo es necesariamente local.
Concentrando sus esfuerzos en combatir lo peor de la naturaleza con la retórica, al interior ya no sorprende que en México se viva en dos realidades dicotómicas, es decir, la de los hechos y la que es dictada todas las mañanas, sin embargo, en el concierto de las naciones, la disociación operacional de nuestro gobierno ya preocupa.
Lo anterior, ha sido recogido en diversas publicaciones internacionales y advertido por las calificadoras de riesgo, mismas que han actuado en consecuencia, siendo Fitch Ratings la última en recortar la calificación de nuestro país, siguiendo lo hecho por Standard and Poors a fines de marzo de 2020. Más contundente como indicador es el desplome del peso frente a las divisas internacionales, siendo la moneda más devaluada en lo que va de 2020.
Los bárbaros de Norteamérica
Haciendo gala de una posición similar para estos fatídicos efectos, Estados Unidos ha endurecido su misantrópica política internacional de aislamiento, llevando aquello al extremo de cancelar el financiamiento que este país destina a la OMS en el ojo de la pandemia.
Donald Trump, otro líder en la dicotomía de su realidad, se encuentra, a la par de esta vorágine de acontecimientos históricos, frente a un nuevo desafío electoral y, curiosamente, el Presidente de México, uno distinto al de hace 4 años, vuelve a ser su más grande y quizá único aliado ante los ojos del mundo. Muestra de ello es el acuerdo secreto (por su falta de publicidad) para que Estados Unidos asumiera tres cuartas partes de las obligaciones que correspondían a México para con la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP+) en el acuerdo con respecto a la producción y los precios del petróleo. Hasta la fecha, no existe claridad sobre la contraprestación que esto traerá aparejado. La comunidad internacional y los mexicanos nos hemos tenido que conformar con el agradecimiento público mutuo de ambos presidentes.
Siguiendo suertes similares, en cuestión de semanas, el gobierno de México ha trazado su ruta y, de manera inercial, definido el papel internacional que quiere ocupar durante la “Cuarta Transformación” de nuestro país. Y, para mala suerte de esta causa, en el escenario global, cuando se tiene la atención del mundo, son los hechos y los resultados de gobierno los que marcan la pauta, no la adaptación retórica de la realidad.
Culmino manifestando que toda crisis mundial lo es necesariamente local. Abordar el reto como especie es fundamental para efectos de hacer frente a lo impensado: viviremos y venceremos.