Fecha Publicación: 17-04-2020
Desde 2005, el Foro Económico Mundial (WEF) publica su Reporte de Riesgos Globales, el cual, a partir 2007, incluye una selección de eventos adversos clasificados tanto por su probabilidad de ocurrencia como en términos de impacto. Los expertos han incluido eventos adversos cada día más probables, como el cambio climático o la crisis de agua, así como algunos de menor consenso en cuanto a su posible materialización, como catástrofes relacionadas con armas de destrucción masiva o colapsos de Estados soberanos. Desde 2008 no ha considerado entre los principales riesgos globales la posibilidad de una pandemia.
La crisis financiera de 2008 significó un duro golpe a la reputación de los más sólidos pilares del consenso capitalista, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial o las calificadoras de valores como Standard and Poor´s, Moody´s y Fitch por sus desviados pronósticos, los primeros con estimaciones de crecimiento y su doble racero en la evaluación de los países y los segundos por sus conflictos de interés en las calificaciones perfectas.
Sin embargo, más de 10 años después, estamos de nuevo ante la incertidumbre y viviendo bajo los mismos postulados. No es que las prospectivas tengan algo malo por sí mismas, de hecho, el generar escenarios con la información disponible, hoy es lo más inteligente que los responsables de toma de decisiones pueden hacer. Los escenarios del FMI y los riesgos analizados por el WEF son razonables, incluso en el análisis de riesgos se toma en cuenta los llamados “cisnes negros” de Nassim Nicholas Taleb, eventos inesperados de alto impacto que solamente pueden ser racionalizados ex post. El problema se presenta cuando las agendas, ideas o intereses particulares terminan por imponer el escenario base, puesto que el generar la impresión de que un evento puede suceder puede predisponer a los actores a caminar en esa dirección o como se conocen “profecías autocumplidas”. No es lo que sucede en, por ejemplo, un fenómeno natural como un tsunami, pero si en términos de una degradación en la calificación crediticia de un emisor de deuda soberano. Si el problema existe en momentos de estabilidad macroeconómica o en momentos de medidas no convencionales, como lo es la atención a la pandemia del covid-19, una degradación crediticia basada en variables como déficit o nivel de endeudamiento puede ser catastrófico para que los emisores cuenten con los recursos suficientes para hacer frente a este problema de salud. Ya se han manifestado en ese sentido voces como la del Exsecretario Ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Jose Antonio Ocampo, ante la baja de calificación de Fitch a Colombia, de igual forma que podría ocurrir con la calificación de riesgo soberano de México.
Materializadas o no las proyecciones negativas, el impacto en la opinión pública puede mantenerse pesimista.
Lo mismo puede decirse de intereses políticos, bajo la premisa de que mientras peor le vaya al gobierno en turno mejor será para la oposición, la proyección de escenarios catastróficos reales o no puede generar un clima de tensión que perjudique la cohesión social en momentos clave. Ejemplo de ello puede ser la presentación de los escenarios de recuperación económica del Banco de México, priorizando aquellos menos positivos y deliberadamente callando sobre hechos positivos, como el reciente dato de creación de empleo en Estados Unidos que podría redundar en mayor dinamismo en el comercio con México. Materializadas o no las proyecciones negativas, el impacto en la opinión pública puede mantenerse pesimista.
Ahora el mundo tiene más variables de impacto en un equilibrio cada vez más frágil y, por lo tanto, de alta incertidumbre, lo que en sí mismo puede no ser malo. Quizá estemos ante un escenario favorable para la “destrucción creativa” shumpeteriana, pues en el mediano y largo plazo se elimina la información asimétrica de la que gozan los actores dominantes, generando condiciones de competencia menos desiguales y posiblemente un renovado impulso creador al capitalismo. Todo dependerá de si se evitan las profecías autocumplidas y se atiende a la creación de escenarios de forma objetiva.