Publication Date: 13-09-2024
En la era del conocimiento, donde la información y la tecnología son el motor del desarrollo económico, la brecha digital en la educación se ha convertido en un obstáculo crítico. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), más de 1,500 millones de estudiantes en 190 países se vieron afectados por el cierre de escuelas durante la pandemia de COVID-19 en 2020, y la falta de acceso a tecnologías digitales agravió las desigualdades preexistentes. Este fenómeno no solo profundiza la inequidad social, sino que también amenaza con ralentizar el crecimiento económico global.
Del mismo modo, la situación es especialmente grave en los países en desarrollo, donde el 43% de los hogares carecen de acceso a internet, según datos del Banco Mundial de 2021. En África Subsahariana, solo el 28% de la población tiene acceso a la red, mientras que, en América Latina, aunque el porcentaje asciende al 67%, las disparidades entre áreas urbanas y rurales son alarmantes. En México, un estudio del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) de 2023 reveló que solo el 44% de los hogares rurales tiene acceso a internet, comparado con el 76% en áreas urbanas. Estas cifras no solo reflejan una brecha en la infraestructura, sino una desigualdad profunda que afecta el acceso a la educación de calidad.
En cuanto a la educación, es el pilar fundamental para la formación de capital humano capaz de contribuir al desarrollo económico. Sin embargo, en un mundo donde las habilidades digitales se están convirtiendo en un requisito esencial para la empleabilidad, millones de estudiantes están siendo marginados. En América Latina, se estima que solo el 30% de los estudiantes de educación secundaria reciben algún tipo de educación en TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación), según un informe de la CEPAL de 2022. En contraste, en Europa y América del Norte, esta cifra supera el 85%. Esta disparidad no solo condena a una generación a la falta de oportunidades, sino que también limita el potencial económico de las naciones.
Cabe destacar que la brecha digital en la educación también tiene consecuencias económicas directas. Según un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) de 2023, cerrar la brecha digital podría aumentar el PIB global en un 1,5% en la próxima década. En países de bajos ingresos, donde la brecha es más pronunciada, el impacto podría ser aún mayor, elevando las tasas de crecimiento económico anual en un 2 a 3%. Estos datos no solo subrayan la importancia de la conectividad, sino que también destacan la necesidad urgente de inversiones en infraestructura digital y educación.
Sin embargo, cerrar esta brecha no es tarea sencilla. No se trata solo de proporcionar dispositivos o mejorar la conectividad, sino de garantizar que la educación digital sea accesible y relevante para todos. En India, por ejemplo, el gobierno lanzó el programa Digital India en 2015, con el objetivo de mejorar la infraestructura digital y expandir el acceso a la educación en línea. A pesar de estas iniciativas, el 60% de los estudiantes rurales aún carecen de acceso a recursos educativos digitales, según un informe de 2022, lo que pone de manifiesto las dificultades para implementar soluciones inclusivas a gran escala.
En esta orden de ideas, la brecha digital en la educación es uno de los desafíos más urgentes que enfrenta la economía global en la era del conocimiento. No se trata solo de una cuestión de equidad, sino de una necesidad económica imperativa. Si no se toman medidas decisivas para cerrar esta brecha, corremos el riesgo de crear una generación de personas desconectadas del mercado laboral y del desarrollo económico.
Participación en El Economista