Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales

Última actualización:
2024-10-22 10:32

VENEZUELA Y LA DISCORDIA LATINOAMERICANA

Fecha Publicación: 02-08-2024

Venezuela se ha mantenido como un tema de discordia entre sus vecinos regionales, pero pocas veces se ha generado una fractura política de tal magnitud como la derivada tras las elecciones de este domingo. Esta coyuntura demanda posicionamientos claros y, los recogidos hasta ahora, ponen ciertas luces sobre los balances, alianzas y el involucramiento de cada país en las posibles salidas a la crisis política.

Las posturas regionales de exigencia de la transparencia de las actas y de condena al desarrollo de la contienda provienen de Argentina, Chile, Costa Rica, Perú, Panamá, República Dominicana y Uruguay, lo cual les ha ganado la expulsión de sus respectivos cuerpos diplomáticos bajo la orden de Nicolás Maduro. Aunque en su mayoría dichas posturas no sorprenden dado el perfil de sus líderes o la tendencia política del oficialismo, el caso de Chile resulta el más llamativo. Contrario a la expectativa de una coalición que alineara a la heterogénea izquierda Latinoamericana, Boric se ha mantenido como la única figura de este bloque que ha abogado contundentemente por la defensa de los valores democráticos y de los derechos humanos.

Por su parte, Cuba, Honduras, Bolivia y Nicaragua, son los únicos vecinos regionales que han reconocido el triunfo de Nicolás Maduro. Cabe destacar que, más allá de los sesgos ideológicos, dichos gobiernos se han visto beneficiados del petróleo proveniente de Venezuela, desarrollando redes clientelares con el régimen Chavista. A nivel internacional, únicamente Rusia, China e Irán han apoyado a Maduro. Aunado al claro intento de mantener y aumentar la influencia de este eje en América Latina, llama la atención cómo se han afianzado las alianzas políticas entre estos actores y cómo se enmarcan en conflictos globales como la guerra en Ucrania o en Gaza. Si bien estos apoyos no son determinantes, refuerza en cierto grado la percepción del régimen de no estar completamente aislado.

Entre estos bloques surgen tres países que su ambivalencia o supuesta neutralidad inicial los posicionan en un papel clave: México, Brasil y Colombia. Tras las elecciones, se ha planteado la posibilidad de que jueguen un papel como intermediarios en el caso de que se llegue a una negociación internacional como posible salida de la crisis. Sus mandatarios no solamente comparten un perfil de izquierda, sino que han participado de alguna forma en mediaciones previas y aparentemente son los únicos que podrían mantener un canal de comunicación abierto con Maduro. A todos ellos les preocupa que la crisis desemboque una nueva ola migratoria, especialmente Colombia y Brasil que comparten una amplia frontera con Venezuela.

Con México desdibujándose de esta posibilidad ante las declaraciones emanadas desde Palacio Nacional y con las reticencias que genera la figura de Petro como conciliador, parece que el camino se ha despejado para que Brasil lidere estos esfuerzos, particularmente luego de que fuera el presidente Luiz Inácio Lula da Silva el elegido por Estados Unidos para iniciar un diálogo conjunto sobre este tema. Esto abre distintas puertas sobre el papel que Lula pueda jugar. Por un lado, el mandatario brasileño ha sido cercano a Maduro, al punto de hacer un llamado al voto por él en pasadas elecciones. Por otro lado, mantiene una relación cercana tanto con Rusia como con China a través de los BRICS, en donde Lula también ha promovido la adhesión de Venezuela a esta asociación política y económica. Por lo pronto, parece ser que Lula intentará hacer un equilibrio entre mantener el liderazgo diplomático latinoamericano y equilibrar su proximidad con ambos bloques.

Las elecciones en Venezuela representan un punto crítico en la lucha por la democracia y la estabilidad en el país. En este momento de incertidumbre todo suma, por lo que el apoyo y la presión externa, las negociaciones internas y las demandas sociales serán determinantes para encontrar una salida a la crisis política. En este sentido, la comunidad internacional tiene una responsabilidad compartida en apoyar un proceso de transición que permita a Venezuela abrir un nuevo capítulo de paz y prosperidad.

Participación en El Economista