Fecha Publicación: 07-05-2021
Vivimos un contexto histórico convulso. Las protestas se extienden por todo el mundo. Ya no se trata de una dinámica de las sociedades más desarrolladas, sino que en África, Asia y, sobre todo, en América Latina, las protestas están cada vez más presentes. Distintos casos muestran un descontento que no diferencia territorios e ideologías.
En este año a punto de concluir, un sinfín de protestas recorre el planeta: desde regímenes democráticos, pasando por autocracias y dictaduras. De cara a una nueva era, destaca una tendencia que nos muestra cómo la ciudadanía está conectando de forma cada vez más frecuente lo local con lo global, lo que algunos autores llaman lo “glocal”.
Diferentes protestas relacionadas principalmente con justicia climática, corrupción y derechos humanos han creado una consciencia global que nos induce a concluir que éstas se incrementarán. No existe una unidad ideológica en la gran oleada de protestas. Aunque se persigan objetivos diferentes, nunca como hoy ha visto el mundo tantos ciudadanos en las calles.
Cabe destacar que la frustración con el gobierno pone en evidencia que algo está pasando en la relación del ciudadano con el Estado, estableciendo un hilo conductor de las protestas.
La revolución en los medios de comunicación logra una cobertura global que permite que los manifestantes se inspiren con lo que ocurre del otro lado del mundo. Asistimos a una exigencia de cambio sistémico del orden. En este escenario resulta sorprendente que las protestas son impulsadas, tanto por aquellos que se benefician de la globalización, como por los que han sido perjudicados por ella.
Resulta paradójico comprender que el mundo se mueve en dos direcciones: por un lado, observamos una mayor integración a través de mecanismos de mercado y, por otro, se presentan cada vez más casos de fragmentación como resultado de la globalización, los conflictos étnico-religiosos y del deseo por mayor democracia. Casos como el Brexit, el triunfo de Donald Trump, Jair Bolsonaro o López Obrador obedecen a un hartazgo social del sistema y gritan la necesidad de un cambio.
Este sistema ha impulsado un consumo desmedido y una sobreexplotación de los recursos naturales pasando por alto la vida del planeta sobre codicias económicas. Sin duda este escenario vincula las protestas sociales a la necesidad de lograr un desarrollo sostenible global.
Ante este panorama, las calles se llenan de un clamor social que reclama medidas urgentes para avanzar hacia estructuras económicas que puedan garantizar un recorte de emisiones amplio a nivel mundial. Es tan urgente hacer consciencia y lograr un cambio radical en el sistema que los científicos afirman que, si no se toman medidas, la vida en el planeta como la conocemos estará a punto de extinguirse.
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