Fecha Publicación: 03-05-2024
Este noviembre, Estados Unidos presenciará el reencuentro entre el actual presidente Joe Biden y el ex mandatario Donald Trump. De cara a las elecciones, las encuestas más recientes posicionan a Trump por encima de Biden en cinco de seis estados péndulo. De seguir la tendencia actual, Trump está encaminado a su regreso triunfal a la Casa Blanca. No obstante, a siete meses de la elección, existen diversos factores que pueden alterar el resultado electoral. En la agenda destaca el aborto, la migración, los conflictos internacionales, el manejo de la economía y los juicios en contra de Trump.
Biden lidera en la discusión entorno al aborto, pero además de reprobar frente a Trump en otros temas clave de la agenda política, es visto como un personaje de edad avanzada con poca aprobación en la demografía juvenil.
De tal modo, analistas en EE.UU. comenzaron a discutir el impacto que tendría el apoyo político de la Miss Americana, Taylor Swift. Pero, ¿podría influir lo suficiente como para cambiar la reputación de Biden?
Swift mantuvo una postura apolítica durante gran parte de su carrera para evitar controversias en la industria musical. Sin embargo, en 2018 rompió este molde al denunciar públicamente a la Senadora Republicana Marsha Blackburn por sus políticas en contra de los derechos de la mujer, y en 2020 expresó su oposición a Donald Trump y su apoyo a Joe Biden. Aunque desde entonces ha evitado respaldar candidatos, ha promovido la participación política entre sus seguidores, lo que ha demostrado aumentar los registros de votantes. Aunque Swift evita tomar un rol partidista debido a su gran popularidad, algunos de sus seguidores políticamente activos desean que tome una postura más definida.
Taylor Swift apela a una audiencia masiva -uno de cada seis americanos se considera un swiftie- y demográficamente diversa. Con una trayectoria de casi 20 años, su base está constituida por todas las edades: desde la base millennial que la siguen desde su debut hasta miembros de la generación Z y Alpha que la han seguido con la viralización de su música a través de plataformas de videos cortos como TikTok.
En 2023, una encuesta conducida por Morning Consult demostró que el 52% de sus fans en Estados Unidos son mujeres y el 48% hombres. A través de su música y su persona pública, Swift apela a la comunidad LGBTQ+, habiéndose pronunciado a favor de sus derechos. Su ideología política se inclina hacia la izquierda a pesar de sus inicios musicales en el country en Tennessee, un estado conservador, y sus seguidores también: 55% de los swifties son Demócratas, mientras que el 23% son Republicanos y el resto independientes.
Si bien Taylor Swift ha optado por no respaldar a ningún candidato desde 2020, ha promovido la participación democrática entre sus seguidores. A través de Instagram, instó a sus seguidores a votar en las elecciones primarias del Super Tuesday, lo que ha demostrado aumentar los registros de votantes cada vez que lo hace.
La influencia de Swift se verá limitada a aumentar el registro dentro de su base de simpatizantes en aquellos que votarán por primera vez en las elecciones de noviembre. Sin embargo, dado que la mayoría de los swifties ya planean votar por la reelección de Joe Biden resultará en que la intervención de la ídola pop no tenga el impacto que los estrategas políticos de Biden desean, dejando el voto juvenil un tanto incierto. Swift aún no ha dado señales de involucrarse en el proceso electoral, pero a meses de la elección, todo puede cambiar.
*Yussef Núñez Menéndez es analista de riesgos políticos y política internacional. Es maestro por la London School of Economics (LSE) e internacionalista por la Universidad Anáhuc México, donde es titular de la asignatura de Globalización Económica. Asociado COMEXI y miembro de la UER de Sociedades del Conocimiento. Y Patricia Gónzalez Garza es maestra en desarrollo internacional por la University College Dublin (UCD) y docente de la asignatura Introducción al Desarrollo Global en la Universidad Anáhuac México. Asociado COMEXI.
Participación en El Economista