Fecha Publicación: 05-04-2024
El 1 de abril de 2024 Israel atacó la embajada de Irán en Siria y dejó 7 muertos, entre ellos Mohammed Reza Zahedi, el oficial militar iraní de mayor rango desde la muerte del ex comandante de las Fuerzas Quds de la Guardia Revolucionaria, Qassem Soleimani. Estos asesinatos son parte de la guerra de sombras donde Irán e Israel se golpean de manera calculada y sin escalar a una guerra convencional, pero tratando de lastimar las capacidades estratégicas del oponente aprovechando teatros de operaciones que están fuera de sus fronteras como la invasión a Iraq del 2003 o las revueltas árabes del 2011. Los asesinatos de científicos nucleares iraníes, el hackeo a centrifugadoras iraníes con el virus Stuxnet, o el caso AMIA en Argentina son tan solo tres ejemplos del largo historial de operaciones encubiertas registradas en este expediente.
Sin embargo, el ataque del 1 de abril es distinto porque Israel lo efectuó contra un complejo diplomático iraní, violando la soberanía siria y afectando los compromisos de enero de 2024 entre Teherán y Washington para no escalar la situación en Gaza al usar aviones F-35. Estas características hacen de este ataque una provocación explícita contra Irán el cual se encuentra en el dilema de responder fuerte a Israel y ampliar la guerra de sombras a una dimensión regional (aspiración de la ultra derecha israelí) o bien, seguir adelante con el golpeo táctico a través de las fuerzas de Hezbollah, Houthíes y Hasd as-Shaab a sabiendas de que la reputación israelí se cae a pedazos en el mundo por la brutalidad del uso de la fuerza que ha mostrado contra civiles palestinos.
En casos como estos, Israel acude a una estrategia de ambigüedad donde no se adjudica el ataque, pero tampoco lo niega. Sin embargo, hay que decir que Tel Aviv se encuentra en una de sus peores crisis de la historia al perder prestigio, credibilidad y capacidad de disuasión para proteger a sus propios colonos por lo que provocar una escalada regional es el único escenario que le queda a Netanyahu para sobrevivir políticamente.
Analizando la situación actual, cuesta trabajo aceptar que un ataque perpetrado por un país que está acusado por genocidio ante la Corte Internacional de Justicia y que bombardea el consulado de una nación soberana asesinando militares y diplomáticos no tenga consecuencias, sobre todo bajo el principio fundamental de la “inviolabilidad de las instalaciones diplomáticas y consulares”. Sin embargo, la pregunta más importante no es cuánto se va a discutir este ataque en el pleno del Consejo de Seguridad, sino si Irán está dispuesto y preparado para salir de las sombras y mostrar los límites de su llamada “paciencia estratégica” para llevar al Medio Oriente actual a vivir una nueva escalada de violencia regional con terribles consecuencias económicas y sociales para todos. Sin duda, estamos ante días tensos y peligrosos.
*El autor es profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y experto en asuntos de Oriente Medio. Miembro de la Unidad de Estudio y Reflexión de África, Medio Oriente y Sudoeste Asiático del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI).
Participación en El Economista