Publication Date: 22-03-2024
El pasado miércoles 13 de marzo, tuve el honor de participar en el anticipado lanzamiento de uno de los reportes emblemáticos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). El Informe de Desarrollo Humano 2023/2024, titulado "Rompiendo el Estancamiento: Reimaginar la Cooperación en un Mundo Polarizado", ha emergido como un documento esclarecedor y digno de ser examinado y considerado por nuestros líderes en la toma de decisiones.
Con una vista inigualable al Río Este en el atardecer neoyorquino, nos reunimos en la sala del cuarto piso del Secretariado de la sede de las Naciones Unidas investigadores, diplomáticos, delegados de misiones permanentes y primeros ministros para escuchar las palabras de apertura a cargo de Michelle Muschett, Directora para América Latina y el Caribe del PNUD, así como de Achim Steiner, Administrador del PNUD. Ellos compartieron con nosotros que, en un contexto global de incertidumbre y polarización, el nuevo reporte de desarrollo humano nos invita a reflexionar sobre el estancamiento que enfrentamos en nuestras diversas sociedades. Y creo que tienen mucha razón.
El cumplimiento de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y las aspiraciones del Acuerdo de París, así como la resolución de conflictos y la gobernanza digital, se han convertido en retos cruciales en el panorama mundial. Sin embargo, ¿por qué nos sentimos estancados en estos aspectos?
El reporte profundiza en los cambios experimentados en el Índice de Desarrollo Humano (IDH). El IDH es una medida compuesta que evalúa el nivel de desarrollo humano en los países, considera indicadores de salud, educación y nivel de vida, medidos mediante la combinación de la esperanza de vida al nacer, la tasa de alfabetización, la tasa de matriculación escolar y el ingreso per cápita. El índice proporciona una visión integral del desarrollo de un país más allá del rudimentario Producto Interno Bruto (PIB).
El análisis del reporte revela una disminución en el IDH global en 2020 y 2021, seguido de un repunte histórico en 2023. Sin embargo, este avance no refleja una mejora sostenida, ya que el IDH global sigue por debajo de la tendencia anterior a la pandemia.
En América Latina y el Caribe (LAC), la situación es aún más desafiante, con un patrón a la baja más pronunciado en comparación con otras regiones en desarrollo.
El IDH ha sido una herramienta crucial para evaluar el progreso de la región. En total, 12 países de América Latina han logrado recuperar o incluso superar su nivel de desarrollo previo a la pandemia. Entre ellos, México destaca al elevar su calificación de 0.758 a 0.781, lo que le permitió ascender del puesto 86 al 77 a nivel mundial. Por su parte, Chile, reconocido como el país más desarrollado de la región, mejoró su calificación hasta alcanzar 0.860, situándose en el puesto 44 a nivel mundial.
A pesar de los avances registrados desde 1990, la región de LAC ha experimentado un crecimiento más lento en el IDH en comparación con otras regiones. Si bien países como Chile, Argentina y Uruguay destacan por su desarrollo humano muy alto, otros enfrentan desafíos significativos.
La pandemia de COVID-19 ha agravado estas disparidades, evidenciando la necesidad de un enfoque político centrado en compensar lo que muy pronto pueden convertirse en oportunidades perdidas.
El informe destaca la importancia de abordar la desigualdad de género, con la región liderando en el Índice de Desarrollo de Género pero aún enfrentando desafíos en términos de disparidades en la participación laboral y la fertilidad adolescente. Muchas de estas disparidades se atribuyen a las normas sociales que aún imperan en nuestra cultura y al concepto tradicionalista de familia.
La disparidad en ingresos también sigue siendo una preocupación en los países menos desarrollados de la región, como Haití, que ha experimentado una pérdida significativa en el IDH ajustado por desigualdad. Así como Haití y otros países en LAC, la gente entiende la actual inequidad como injusticia, lo que desencadena una polarización política y, rápidamente, en la radicalización de nuestras sociedades.
El informe también subraya la necesidad de reimaginar la cooperación global en el siglo XXI, priorizando la inversión en bienes públicos globales para abordar desafíos transfronterizos como el cambio climático y la desinformación digital. La polarización y el populismo emergen como obstáculos para esta cooperación, erosionando la confianza y contribuyendo al estancamiento.
Para superar estos desafíos, el Informe propone un enfoque en la capacidad de las personas para determinar su propio futuro, cerrando brechas de agencia y promoviendo la participación ciudadana con instituciones fortalecidas e innovadoras. No a pesar de ellas. La necesidad de contrarrestar la polarización y corregir percepciones erróneas sobre temas como el cambio climático es crucial para unir a las sociedades a través de divisiones políticas.
Como bien lo mencionó Steiner, cuando los ciudadanos desconfían de las entidades gubernamentales del Estado, perciben que estas no están atendiendo sus necesidades de manera adecuada, comienzan a explorar alternativas en los extremos del panorama político. A medida que aumenta la percepción de inestabilidad, se incrementa el temor y la predisposición a prestar atención a líderes populistas, quienes ofrecen soluciones aparentemente superiores.
A partir de esta experiencia, me ha resultado evidente la urgencia imperante de enfrentar los desafíos presentes en nuestras naciones, y replantear la colaboración global en un mundo que es cada vez más interconectado. A pesar de los avances significativos en América Latina y el Caribe, la crisis desencadenada por la pandemia ha resaltado la necesidad imperante de adoptar un enfoque político renovado y colaborativo para garantizar un desarrollo humano sostenible y equitativo en la región y más allá. Como reza la conocida frase en inglés, "we are in the same boat" (estamos todos en el mismo bote), esta situación pone de manifiesto la interdependencia global y la importancia de trabajar juntos para superar los desafíos comunes.
*El autor es doctor en Ciencias Políticas por University College London (UCL) de la Universidad de Londres. Actualmente se desempeña como analista para la Oficina de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Nueva York. Es miembro asociado del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI).
Participación en El Economista