Fecha Publicación: 27-09-2021
La Carta Democrática Interamericana cumple dos décadas de haberse suscrito. Fue en septiembre de 2001 cuando se adoptó este acuerdo histórico sobre la naturaleza y contenido de la democracia, y más aún, sobre su valor como sistema de gobierno en las Américas.
Este instrumento político y jurídico tuvo como germen las discusiones al interior de la Asamblea de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en Windsor, Canadá, en el año 2000, sobre el autogolpe de Estado de 1992 en Perú y las complejas circunstancias para la legitimidad del ejercicio del poder en ese país al inicio del nuevo milenio. Y es que las formas de ruptura democrática fueron mutando durante los 90; los golpes ya no sólo eran de orden militar, sino que gobernantes elegidos democráticamente empezaron a encontrar alternativas a través de las cuales algunos poderes del Estado comenzaron a imponerse y a tomar el control frente a otros.
Quien fuese embajador de Perú ante la OEA en aquellos años, Manuel Rodríguez Cuadros, redactó el texto original de la Carta. Un elemento que inspiró al embajador fue la evolución del tratamiento de la democracia en la OEA.
Cabe recordar que, desde 1948 hasta 1991, la democracia se había planteado como un factor de identidad política en el contexto de las tensiones de la Guerra Fría, pero no como una opción de vida para los países del continente. Por ello, el debate residía en fortalecer los principios de la Carta de la OEA –firmada medio siglo antes en Bogotá– con el propósito de vigorizar la custodia de la democracia y contar con medidas preventivas destinadas a evitar la caída de gobiernos elegidos en
las urnas.
Otro antecedente notable es que la entonces Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas –en la actualidad Consejo– aprobó en el año 2000 una resolución en la que por primera ocasión se utilizó la expresión “derecho a la democracia” y por vez primera en la historia de Naciones Unidas se establecieron los componentes esenciales de la democracia.
En suma, la Carta tuvo como esencia transitar de una concepción de defensa de la democracia frente a las amenazas externas a una que defendiera la democracia al interior de los Estados, y protegerla ante amagos del autoritarismo histórico de la zona, con el ánimo de evitar la violación de derechos humanos, promover el respeto a la libertad de expresión, a la separación de poderes, al debido proceso, a la eliminación de la tortura, a la no existencia de presos políticos y de erradicar situaciones que ponen en riesgo la seguridad y la paz de los países del hemisferio.
Los retos de la democracia contemporánea han variado sustancialmente en estos 20 años. A principios del siglo XXI la democracia regional se desarrollaba dentro de un contexto de relativa consolidación de este sistema de gobierno. En el año 2001 la región celebraba una "tercera ola de democratización".
Hoy la realidad es muy distinta. La crisis social por la pandemia ha generado mayor pobreza y desigualdad. Las amenazas autoritarias están latentes. Por otra parte, las redes sociales han modificado en gran medida la interacción y relacionamiento entre ciudadanos y gobernantes, con oportunidades y desafíos para la democracia.
El secretario general de la OEA, Luis Almagro, ha dicho que "a 20 años de la adopción de la Carta las amenazas que existían entonces subsisten y en muchos casos han aumentado, por lo que el compromiso debe hoy más que nunca servirnos de guía".
El gran reto a futuro es adecuar la Carta a las nuevas realidades para que continúe siendo el instrumento fundamental del multilateralismo para el fortalecimiento y mantenimiento de la democracia en la región.
POR ALEJANDRO GUERRERO MONROY
MAESTRO, ASOCIADO DEL CONSEJO MEXICANO DE ASUNTOS INTERNACIONALES
@AGUERREROMONROY