Fecha Publicación: 05-10-2018
El Sol de México
Tras un sinfín de artículos, notas, referencias, entrevistas y análisis que han salido a la luz pública sobre el reciente cierre de renegociación del TLCAN, o TLCAN 2.0 (tal y como se conoció a lo largo de las negociaciones), es difícil hacer un comentario original y diferente sobre dicho proceso y su resultado.
Desde mi punto de vista, el resultado de la reciente renegociación se puede calificar de exitosa dados los beneficios y concesiones obtenidos por los tres países que conforman la región de Norteamérica. Tal y como en el sistema legal anglosajón, en donde los pesos y contrapesos (check and balances) buscan definir y equilibrar las facultades, atribuciones y límites de sus diferentes instituciones y órganos, dentro de la renegociación, los tres países participantes tuvieron sus tiempos para negociar tanto bilateralmente como trilateralmente, obteniendo beneficios y otorgando concesiones como sucede en cualquier relación comercial con contrapesos.
Es cierto, sin embargo, que particularmente durante esta renegociación, confluyeron situaciones especiales que desde un inicio dificultaron el ambiente. No debemos olvidar que la técnica negociadora norteamericana estuvo empañada por la nube amenazante de Trump de terminar con el tratado o, como los doctrinarios analistas de la teoría de negociación indican, por la técnica de fuerza (primero amenazo y luego negocio).
La teoría de la negociación actual nos aconseja cooperar siempre que sea posible, revelando información para crear el máximo valor. Sin embargo, la experiencia en las negociaciones también indica que se deben calcular los riesgos y las recompensas, es decir, hacer una valoración de los beneficios que esperamos, de lo que estamos dispuestos a ceder, así como los puntos de quiebre o conclusión de una negociación. En ese sentido, el resultado fue la obtención de un tratado que sigue poniendo las reglas de comercio entre los tres países.
Desde la campaña política del candidato republicano, la amenaza de denunciar, es decir, terminar con el TLCAN, fue latente, apoyándose en hechos concretos tales como el retiro de Estados Unidos del TPP (Transpacific Partnership por sus siglas en inglés, actual CPTPP –Comprehensive and Progressive Agreement for Transpacific Partnership, siglas en inglés). Es decir, no sólo la posibilidad de que EUA se saliera del tratado con México y Canadá, sino el hecho de haber perdido todo lo negociado en el TPP, significaba de facto, eliminar la modernización del TLCAN o, la modernización de la relación comercial de Norteamérica, plasmadas en dicho tratado de asociación estratégica. Cabe recordar que la entrada tanto de México como de Canadá en las negociaciones del TPP, después de Estados Unidos, se justificó bajo la premisa de que tales negociaciones servirían como parámetro de actualización de la relación comercial entre los tres países, así como contrapeso frente a China.
Si bien los tratados de libre comercio buscan la liberalización comercial, así como un mayor desarrollo económico, entre otros fines, a través del reconocimiento de reglas de comercio o de límites al comercio; en esa búsqueda de mayor integración, los países acuerdan ceder y al mismo tiempo, en la balanza de contrapesos, determinan los beneficios improrrogables a negociar.
Desde ese punto de vista, me parece que los beneficios obtenidos a favor de México son innegables, entre otros, baste citar que:
1) seguimos manteniendo una relación comercial basada en un marco legal de tratado internacional, con dos de nuestros principales socios comerciales;
2) dicha relación comercial está sujeta a mecanismos de solución de diferencias tanto en controversias que pueden surgir de Estado a Estado, como en conflictos entre Inversionistas-Estado y, en disputas por la aplicación de cuotas antidumping o compensatorias; conflictos derivados de la aplicación del nuevo texto del tratado comercial;
3) se eliminó la posibilidad de adoptar en el futuro restricciones que afecten al sector agropecuario como la cláusula estacional;
4) se incluyeron nuevos temas que no estaban considerados en el texto original, sobre la base de lo negociado en el TPP, entre otros, comercio electrónico, información digital, facilitación de comercio, empresas propiedad del Estado, medio ambiente, así como la incorporación en temas ya existentes, de disciplinas de última generación como es el caso de medidas relativas a los obstáculos técnicos al comercio, así como otros temas de especial importancia (laboral), temas todos que merecen un análisis independiente y profundo.
Todo ello asegura que, dentro de un marco legal internacional, la relación económica de la región de Norteamérica siga siendo competitiva en la mayor parte de los sectores y fortalezca sus lazos hacia el futuro frente a la competencia con otros mercados.
Independientemente de que en estas nuevas reglas del juego existan, algunos sectores que posiblemente tendrán que invertir más tiempo y dinero para implementar los costos administrativos que estas reglas pueden llegar a significar, como podría ser el caso del sector automotor con respecto a las nuevas reglas de origen, no olvidemos que justamente esta industria es una de las más integradas en la región de Norteamérica, por lo que considero que en su valoración de balances positivos y negativos, podrán optar por evitar dichos costos asumiendo, en su caso, el pago de aranceles a un nivel del 2.5 por ciento para automóviles.[1] Insertándose y manteniéndose así, competitivamente, en el mercado mundial de la industria automotriz.
Finalmente, desde el punto de vista político, todos los jefes de Estado ganan. Por un lado, en el discurso mercadológico y de imagen del presidente de los Estados Unidos –tal y como pasa en los reality shows-, el cambiar el nombre del tratado justifica para sus electores el cumplimiento de una de las promesas de campaña: “eliminar” el NAFTA (por sus siglas en inglés); por otro lado, frente a las próximas elecciones intermedias en Estados Unidos, al haber concluido, de acuerdo a los tiempos legales con el texto propuesto, le permite a Trump tener un punto a favor de los republicanos, con la esperanza de que eso se traduzca en más votos para ese partido.
Con respecto a México, el hecho de que Peña Nieto cierre su gobierno con un tratado actualizado, significa un reconocimiento a su equipo negociador, así como también deja un camino trazado para la relación entre México y dos de sus principales socios, particularmente Estados Unidos, que, bajo la batuta de su presidente, tendrá que someterse a estas reglas del juego. Esto significa una mayor estabilidad económica en la región, más inversiones y evidentemente un inicio limpio en las relaciones con el nuevo gobierno mexicano, lo que sin duda podrá ser utilizado por López Obrador a su favor, aún en el caso de que surjan problemas por la aplicación de las reglas del nuevo tratado, ya que no fue negociado por él.
Por su parte, para el primer canadiense Trudeau, desde el punto de vista de las recientes elecciones, justo un día después del cierre de la negociación, significó el mantenerse con una postura fuerte frente a los Estados Unidos, especialmente frente a Trump, con una imagen favorable hacia los electores, ya que no cedió en todas las peticiones sobre lácteos de Estados Unidos, prometiendo fortalecer el sector internamente, además de que mantuvo el mecanismo de solución de controversias en antidumping y medidas compensatorias, cumpliendo así su respaldo a los productores de madera blanda.
¿Qué viene ahora?
Por ahora falta tanto la firma de cada uno de los Jefes de Estado, la cual podría darse en los últimos días del mes de noviembre, así como el proceso de aprobación o ratificación en los tres países.
Es decir, el TLCAN sigue en vigor, hasta que se cumplan los procesos legales correspondientes en cada uno de los países, incluyendo, en el caso de Estados Unidos, la publicación de la ley de instrumentación del nuevo tratado.
No olvidemos que hace un año y medio, al cierre de la campaña de Trump, México era el enemigo número 1, ahora somos nuevamente socios que tenemos instrumentos legales en la mano, aceptados por los Estados Unidos y su presidente.
Por supuesto cualquier tratado internacional, es perfectible y en ese sentido esperamos que, llegado el plazo más conveniente desde el punto de vista político y económico, los tres países Partes estén a la altura de proponer mejoras que eleven el nivel de competitividad de la región de Norteamérica.
Por ahora quedan los temas que falta por resolver como la migración, seguridad, convivencia en las fronteras y más allá, así como los temas comerciales pendientes tales como el aumento de aranceles al aluminio y acero, por lo que es recomendable que todos sean puestos sobre la mesa de negociaciones bilaterales y alcancen un resultado positivo para México, de acuerdo a los pesos y contrapesos.
[1] Habrá que analizar de manera especial la situación de las pick-ups, producción que deberá llenarse de ingeniería comercial y consultoría especializada para cumplir las nuevas reglas.