Fecha Publicación: 09-10-2019
El Sol de México
Xi Jinping quiere ser el nuevo Mao mientras el 70 aniversario de la República Popular China se vive de manera diferente en Beijing que en Hong Kong y el contexto internacional le abre la puerta a la resurrección de los mitos.
Porque la vida o la muerte de la República se han vuelto el centro del tema cuando la pelea por la hegemonía mundial se disfraza de una Guerra Comercial con tintes tecnológicos y sobra decir que mientras las banderas se izan en Beijing, estas se queman en Hong Kong.
En Beijing se demostró el poderío militar y la riqueza cultural de China. Pero en Beijing la bomba de tiempo que se sembró en 1997, con la devolución de este territorio del Reino Unido a la China continental, está explotando porque hay dos maneras de ver la vida que aún no se comprenden.
Los procesos históricos de occidente que determinaron a la democracia como la mejor forma de gobierno para occidente son ajenos a los del gigante asiático que ve en el comunismo la esperanza a la resolución de sus carencias de necesidades más básicas.
Hay testimonios que relatan que hasta la llegada del Partido Comunista al poder no tenían qué comer, este es un problema que aún sigue latente, pero la visión es la que hace diferentes las cosas. Insisto en que todo depende del cristal con que se mire y por eso es que el mito de Mao y la propaganda de estado regresan más fuerte que nunca, cuando la realidad, está apunto de volverse más dura.
El hecho de que Xi Jinping diera el discurso del aniversario de la fundación de la República Popular China, en el punto exacto en donde Mao proclamó su fundación, emanando la retórica del TiÄÃÂnxià (todo bajo el cielo) con un “traje Mao.” Nos habla de cómo él se ve, siendo presidente vitalicio desde el 2012, y de la visión que tiene del mundo para China.
La unificación de su país es inminente para complementar sus planes de expansión mundial. De ahí el que la desoccidentalización de Hong Kong se lleve acabo con medidas como la Ley de Extradición que detonó las protestas, que llevan ya casi cuatro meses, y el que la maquinaria de propaganda del estado se utilice para fortalecer el nacionalismo.
Porque de acuerdo a los ejes rectores de comunicación utilizados por el régimen las protestas primero eran apoyadas por una minoría, después estaban relacionadas con la burbuja inmobiliaria de la isla, y después eran provocadas por potencias extranjeras que quieren desestabilizar a China.
Un factor no tan difícil de descartar si se toma en cuenta que el 60% de la inversión extranjera directa que recibe la potencia asiática entra a través de este territorio.
Cualquiera que sea la verdad detrás de estas líneas lo que se debe observar que para frenar el poderío de las naciones hay tres factores que deben cumplirse. El primero es la inestabilidad política y social, el segundo es el deterioro económico, y el tercero el daño a la marca del país que en la mayoría de las veces se relaciona con el respeto a la vida.
Hoy su poderío económico de la segunda economía más grande del mundo se nubla con inestabilidad y con violaciones a los derechos humanos.
Los manifestantes pro-democracia han sido reprimidos con la fuerza del estado. El uso de gas lacrimógeno y violencia comienza a normalizarse, en donde sobresale el caso del balazo recibido este martes por un estudiante de 18 años.
¿Hasta dónde llegará el nuevo Mao para cumplir su promesa de que ninguna fuerza puede impedir que China marche hacia adelante?
El último en salir apague la luz.
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