Fecha Publicación: 02-02-2024
El Líbano inicia el 2024 enfrentando un vacío de poder presidencial, un cargo vacante desde que Michel Aoun concluyó su gestión en octubre de 2022. Aunque los periodos sin presidente son frecuentes en el Líbano, la situación actual es particularmente delicada debido a que el país se encuentra sumido en una crisis económica sin precedentes y en riesgo de ser arrastrado al conflicto armado en la región.
Actualmente, el gobierno libanés se encuentra en un estado de interinidad, con el Gabinete de Ministros asumiendo las responsabilidades de manera limitada. A pesar de la necesidad apremiante de contar con un ejecutivo con plenos poderes, este año la elección presidencial ha perdido relevancia en la agenda política libanesa. Este cambio de prioridades se observa especialmente tras el estallido de la guerra entre Israel y Gaza, que ha resultado en enfrentamientos regulares entre las fuerzas israelíes y Hezbollah a lo largo de la frontera sur del Líbano.
La escalada de los hechos violentos amenaza con colapsar los servicios estatales y agravar la crisis económica que inició en 2019, caracterizada por una hiperinflación del 250%. Esta situación ha llevado a que más del 80% de la población viva por debajo del umbral de pobreza. La falta de un presidente limita la capacidad del gobierno para abordar efectivamente la crisis económica y los desafíos emergentes, como el intercambio de fuego con Israel.
No obstante, la elección presidencial en el Líbano es un proceso complejo debido al sistema político basado en el confesionalismo, donde se distribuye el poder político entre las principales comunidades religiosas: sunita, chiita y cristiana. En este contexto, la presidencia está reservada para un cristiano maronita, pero desde 2022 ningún candidato ha estado cerca de asegurar la mayoría de dos tercios necesaria para ser aprobado en la primera ronda de votación.
En la práctica, el confesionalismo contribuye a la parálisis política y favorece la corrupción sistemática. Este sistema fragmenta y obstaculiza la formación de una identidad ciudadana al reforzar los lazos de parentesco y religión en detrimento de una identidad nacional. La dificultad para lograr consensos y los bloqueos políticos obstaculizan la formación de un gobierno funcional, propiciando un vacío en la gobernabilidad.
La persistente incapacidad para elegir un presidente amenaza con prolongar el vacío de poder, situando al país en una encrucijada entre la parálisis política y el colapso económico.
Lic. en Relaciones Internacionales por el ITAM, Especialista en Migración Internacional por el COLEF y Maestra en Derechos Humanos y Democracia por la Universidad de San José de Beirut. Miembro de la Unidad de Estudio y Reflexión de África, Medio Oriente y Sudoeste Asiático del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI).
Participación en El Economista