Fecha Publicación: 17-01-2024
El pasado 13 de enero, un mar de banderas verdes y rojas eran ondeadas por una multitud eufórica en una plaza cercana a las oficinas generales del Partido Democrático Progresista (PDP) en Taipéi. Lo que celebraban era el triunfo del candidato presidencial, Lai Ching-te, y su compañero de fórmula Hsiao Bi-khim. En efecto, por tercera vez consecutiva el PDP había obtenido victorias en elecciones presidenciales. No obstante, el partido triunfador no tendrá la mayoría en el parlamento. El gobierno dividido puede ser una buena noticia para Taiwán, pues el Kuomintang y el Partido del Pueblo de Taiwán (PPT) - fundado apenas hace cuatro años - podrían evitar que el PDP irrite demasiado a la China continental.
Otros dos candidatos tenían oportunidad de triunfar. Por un lado, se encontraba Hou Yu-ih, del tradicional partido Kuomintang. Antiguo jefe de la policía y alcalde de la Ciudad de Nueva Taipéi, Hou proponía relaciones amistosas y mayor cooperación entre China y Taiwán.
Por otro lado, estaba Ko Wen-je, antiguo alcalde de Taipéi y fundador del PPT, que proponía un diálogo con Beijing, siempre y cuando se reconociera que Taiwán pudiera mantener su sistema político y autonomía cultural.
En términos domésticos, los taiwaneses en general están preocupados por las altas tasas de inflación, los bajos salarios y el alto costo de las viviendas. Pero el tema más candente tiene que ver con la relación con la China continental. ¿Qué significa el triunfo de Lai? En primera instancia el alejamiento diplomático de la China continental y Taiwán. Geopolíticamente esto entraña mayor tensión en el Mar de la China Meridional y el incremento de la hostilidad de China contra la isla de Formosa. Recordemos que Beijing tiene apuntados misiles balísticos hacia Taiwán.
Este hecho implicará, también, que Estados Unidos tendrá que preocuparse más por un posible intento de China de anexionarse Taiwán. Quién piense que esto se encuentra fuera de lo posible no ha meditado demasiado sobre las implicaciones de la invasión de la Rusia de Putin a Ucrania.
En la serie de televisión, The Brothers Sun, la primera escena es una toma aérea de la capital de Taiwán. Rascacielos fulgurantes y luminosos, dominados por el Taipéi 101, una estructura oscura y delgada que anhela el cielo, enseñan a una ciudad posmoderna y fantástica. Para quien viviera en la década de 1940 en Taipéi, la escena no sería tanto futurista como utópica: nadie pensaba en un Taipéi de rascacielos.
La Taiwán democrática y desarrollada económicamente es producto de una odisea que inició a finales de la década de los años 80 y durante la década de 1990. Los líderes de este milagro democrático fueron Chiang Chingkuo, hijo biológico de Chiang Kai-shek - el líder histórico - y Li Denghui. No es exagerado decir que el lugar que ocupa Denghui en Taiwán es equivalente al de Deng Xiaoping en la República Popular China o Lee Kuan Yew en Singapur. De las tres naciones, Taiwán resultó ser la más democrática. Su sistema político podría caracterizarse como semipresidencialista, aunque es diferente al de Francia y sigue, hasta cierto punto, el patrón estadounidense. Taiwán se ha convertido en un país políticamente plural, aunque en los últimos años, dos partidos han tendido a dominar el panorama político. De cualquier forma, el récord de Taiwán en materia de derechos humanos no es deleznable. El país puede presumir de ser el primer país asiático en aprobar el matrimonio entre personas del mismo sexo en 2019.
En materia económica, Taiwán es el gran coloso en la producción de semiconductores, industria que no sólo está definiendo el presente sino el porvenir.
Como lo ha advertido Samuel P. Huntington, Taiwán se decidió por su modernización económica y política, pero no por su occidentalización. De hecho, Lee Denghui llegó a decir que la base civilizacional de Taiwán eran los valores confucianos que, en la sociedad taiwanesa se han mezclado con el budismo y el daoismo. La novedad de Taiwán es que combina el confucianismo con el liberalismo republicano y constitucional.
De cualquier forma, la elección en Taiwán es una victoria de la democracia en el centro del mundo asiático. Quizás por eso en Beijing están irritados.
*Ángel Jaramillo Torres es internacionalista y politólogo. Actualmente es miembro del SNI, nivel 1 y asociado del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI).
Participación en El Sol de México