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2024-04-26 06:05

NICARAGUA: DULCE Y EXPLOSIVA CINTURA DE AMÉRICA

Alejandro Guerrero

COMEXI EN EL SOL DE MÉXICO

Fecha Publicación: 10-11-2021

El nicaragüense Rubén Darío decía que “las letras, como las flores, como las frutas, como los pueblos suelen sufrir infortunios que los devastan y desfiguran”. El país que vio nacer al gran poeta vive una descomposición política que ha deformado su armonía sociopolítica y que amenaza con la devastación de la nación centroamericana.

La reciente historia de violencia y represión es extensa. Si bien la desventura de la democracia nicaragüense comenzó hace tiempo, en los últimos meses la realidad política se ha oscurecido bajo el manto del miedo, la inercia que éste produce y la parodia democrática. Recordar es llamar a la memoria. Desde la caída de Anastasio Somoza en 1979 y hasta 1990, la democracia en la llamada “tierra de lagos y volcanes” ha recorrido un trayecto sinuoso. El paréntesis democrático de los tres gobiernos -Chamorro, Alemán y Bolaños- que sucedieron a Daniel Ortega tras su derrota en 1990 (el expresidente estadounidense Carter lo convenció de aceptar los resultados) fue efímero y no germinó en una democracia estable y duradera. A partir del regreso de Ortega al poder en 2007 el deterioro ha sido acelerado. En 2009 el Tribunal Supremo de Justicia abrió el camino a la reelección indefinida y a partir de ello la cooptación de todos los poderes del Estado ha sido absoluta. Las reformas al sistema de pensiones en 2018 detonaron el profundo descontento social y la ciudadanía salió a las calles a protestar. Las manifestaciones de miles de estudiantes fueron duramente reprimidas con alrededor de 400 personas muertas y miles de desplazados. Desde aquel estallido social todo ha ido “de mal en peor”. Con su esposa Rosario Murillo como “co-presidenta”, Ortega ha dejado en claro que el poder es monopolio familiar.

Las “elecciones” del 7 de noviembre se realizaron bajo un profundo contexto de persecución contra adversarios políticos -incluidos compañeros sandinistas de Ortega como el escritor Sergio Ramírez, que fungió como su vicepresidente-, empresarios, funcionarios, periodistas y líderes de opinión. Levantar la voz en Nicaragua significa el exilio, la tortura o la cárcel. Hace tres meses Ortega canceló la mayoría de partidos de oposición y arrestó a los siete candidatos opositores a la presidencia. En un hecho sin precedente en una democracia, no se permitieron campañas políticas y los “comicios” se desarrollaron sin misiones de observación internacional (en mayo la Asamblea Nacional aprobó reformas que las anulaban). Por todo lo anterior, la elección no reunió los requisitos mínimos para considerarse como tal. Lo ocurrido el pasado domingo es grave y exige que los demócratas del mundo alcen la voz con vigor contra la farsa y restaurar la democracia.

La comunidad internacional ha repudiado el proceso electoral. En el hemisferio, Estados Unidos, Chile y Costa Rica fueron los primeros en no reconocer los comicios mientras que los 27 integrantes de la Unión Europea analizan medidas como respuesta a unas elecciones meramente cosméticas.

El panorama a futuro se ve complicado para el gobierno de Ortega. La semana pasada el Congreso estadounidense aprobó la ley “Renacer”, la cual otorga amplios poderes al Ejecutivo para imponer sanciones a Nicaragua y cuatro expresidentes latinoamericanos -Laura Chinchilla, Fernando Henrique Cardoso, Juan Manuel Santos y Ricardo Lagos- han solicitado suspender el financiamiento que organismos internacionales otorgan al gobierno de Ortega y la expulsión al régimen de la Organización de Estados Americanos (OEA). La región deberá debatir en el seno de la OEA qué hacer con Nicaragua. Habrá quienes denuncien la farsa electoral y habrá quienes defiendan y justifiquen el triunfo inexistente.

La comunidad internacional juega un papel fundamental para presionar al régimen de Ortega a repetir las elecciones en condiciones de competencia política y normalidad democrática. Los días y semanas por venir serán decisivos.

Resulta una paradoja que cuando asuma su nuevo mandato en enero de 2022, Daniel Ortega sumará más días en el poder que los Somoza, contra los que tanto luchó y derrotó. Al final del día se terminó pareciendo al dictador en el desprecio a las libertades y los derechos humanos. Lo que fue el “sandinismo” derivó en un “orteguísmo” que el pasado domingo emanó en dictadura.

Nicaragua, “la dulce y explosiva cintura de América” en palabras de Sergio Ramírez, es víctima del poder arbitrario que divide, enfrenta y atropella los valores democráticos y las libertades con desmesura y cinismo. Es momento de estar del lado de la democracia y del pueblo nicaragüense.

 

*Asociado COMEXI. Politólogo, economista e internacionalista. Especialista en temas electorales y voto extranjero. Twitter: @AGuerreroMonroy