Fecha Publicación: 08-12-2021
La semana pasada se cumplieron cinco años del Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de Paz Estable y Duradera. Este documento ha sido reconocido por ser un proceso construido mayormente con el esfuerzo de los mismos colombianos tras medio siglo de conflicto en el cual se incluyeron el abordaje de la paz y la justicia de gran relevancia tales como la inclusión de Justicia Transicional, esclarecimiento de la verdad y reconciliación, la reparación del daño que sufrieron las víctimas, una reforma rural integral, participación política, abordaje al problema del narcotráfico tal como aproximaciones preventivas para lograr una paz duradera. Tal fue la importancia del Acuerdo Final que el ahora expresidente Manuel Santos fue reconocido con el premio Nobel de Paz en ese mismo año.
A un lustro de su firma, el balance del conflicto colombiano tiene un peso mayormente positivo. Uno de los mayores logros ha sido el acercamiento de Santos a las Fuerzas Revolucionarias de Colombia (FARC), incluso con la presión de los grupos conservadores (liderados por Álvaro Uribe) que resultó en el rechazo del acuerdo con una diferencia mínima. También el que el país reconociese la situación de conflicto armado permitió que se diera un seguimiento a la paz y la justicia, particularmente con la aceptación de las comisiones de la verdad y la reconciliación además de la implementación exitosa de programas de Desarme, Desintegración y Reinserción (DDR) para aproximadamente 25,000 personas que habían participado en los grupos armados y que deseaban regresar a la vida civil.
En temas más agridulces, se ha notado que si bien las víctimas de la violencia por el conflicto han disminuido en términos generales con secuestros a la baja en un 95%; durante los últimos cinco años se han registrado 900 asesinatos contra líderes sociales -entre los que se encuentra un gran número de personas jóvenes- y 296 contra excombatientes. No es extraño que a la luz de estos hechos que se ven ensombrecidos por las narrativas negativas de los grupos de ideologías conservadoras hacia los excombatientes, existan personas -tanto de las FARC, como del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las redes de narcotráfico- que prefieran la disidencia sobre la reinserción en términos de costos y beneficios para sí mismos(as) y sus familias.
En tercer lugar, las grandes deudas tienen que ver con los temas de raíz del conflicto, que al mismo tiempo, tienen que ver con la construcción de paz desde programas que responden a las necesidades y garantías mínimas a fin de prevenir futuros escalamientos del conflicto y así contribuir a una paz a largo plazo. El mayor ejemplo es la deuda pendiente con reforma rural integral para beneficio de las comunidades indígenas y en pobreza extrema. Hasta ahora, la entrega de tierras se ha cumplido en menos del 0,1% de los 3 millones de hectáreas que se prometieron. ¿Por qué es tan importante un tema como éste? Si no se atienden las causas base del conflicto en términos del cumplimiento de garantías bajo infraestructuras sociales, económicas y medioambientales; las posibilidades de una paz positiva y duradera son frágiles ante las tensiones y posibles escalas de violencia procedentes de cualquiera de las y los actores involucrados.
A cinco años de la firma del acuerdo de paz en Colombia, se puede concluir que existen resultados positivos que no pueden ser menospreciados; sin embargo, es necesario que se priorice la estabilidad desde distintos puntos. En primer lugar, se necesitan discursos de cohesión social ya que las narrativas que se hacen sobre los grupos armados, las juventudes, las comunidades indígenas continúan planteando a dichos colectivos como “problemas a resolver” en lugar de resaltar las aportaciones positivas que realizan. En segundo lugar, es necesario que las instituciones nacionales puedan responder a las necesidades de justicia y del estado de Derecho pertinentes para una paz duradera. El país va por un buen camino, pero aún falta mucho para que Colombia consiga el sueño de paz tan anhelado.
Asociada COMEXI, licenciada en Relaciones Internacionales por la UNAM, maestra en Estudios de Paz y Conflicto por la Universidad de Uppsala (Suecia) y maestrante en Estudios Ecuménicos por la Universidad de Bonn (Alemania). Consultora independiente e investigadora académica en temas de paz y desarrollo sostenible.