Fecha Publicación: 21-01-2022
Migration and Technology, Innovation & Policy Fellow en la U.S.-Mexico Foundation. Asociado COMEXI. (@AxelCabreraR)
Cada vez es más común que durante un paseo por la Ciudad de México (CDMX), uno encuentre carteles y anuncios escritos en español y en inglés. Sea recordando la importancia del uso del cubrebocas y del lavado de manos, anunciando la próxima venta de bazar o reunión vecinal, o inspirando a los caminantes con frases motivacionales. Estos afiches demuestran que la CDMX es, más que nunca y a pesar de la crisis sanitaria, un punto de encuentro internacional.
Aquellos iniciados en temas internacionales y que residan en la CDMX seguramente habrán notado el progresivo incremento en el número y frecuencia de extranjeros recorriendo la ciudad. El turismo es, en última instancia, una de las principales actividades económicas y motor del desarrollo del país.
Sin embargo, algunos de esos turistas, se convirtieron en vecinos y esos vecinos, se volvieron amigos. En otras palabras, México se ha convertido en hogar de miles de personas extranjeras. Durante los últimos cinco años la cifra de extranjeros en el país ha experimentado un franco crecimiento y, contrario a lo que podría pensarse, la pandemia ha agudizado este fenómeno: expatriados, emprendedores, trabajadores digitales y refugiados han encontrado en México el destino para continuar con su vida.
La extranjería en el país no es homogénea, en pocas partes del mundo lo es. Existe una brecha que separa a aquellos que viven en México por elección, y obtienen una Tarjeta de Residencia Temporal (TRT); de aquellos que lo hacen por sobrevivencia, y obtienen, tras una larga espera, el estatus de refugiado. Los estadounidenses destacan como el primer grupo de inmigrantes en México con TRT, mientras que los haitianos realizaron el 39% de las solicitudes de asilo en el histórico 2021, donde la Comisión Nacional de Ayuda a Refugiados (COMAR) gestionó 131,448 trámites. Hoy día, el país de origen y los motivos por los que un ciudadano extranjero llega a México continúan determinando en gran medida su futuro en el país.
La CDMX en particular, ocupa el segundo lugar en entidades con mayor cantidad de inmigrantes, sólo por detrás de Baja California, y por delante de Chihuahua, Jalisco y Tamaulipas. Los inmigrantes tienden a agruparse demográficamente, en subgrupos con distintas necesidades, formaciones y talentos.
En la CDMX, se yuxtaponen dos realidades para los inmigrantes que, muchas veces, pueden evidenciarse al cruzar tan solo una avenida. La vida tranquila, llena de exposiciones y actividades culturales y de ocio en las colonias Juárez, Roma-Condesa, San Ángel, Coyoacán o Polanco, contrasta con la cotidianidad de colonias como la Doctores, Guerrero o Tlatelolco (o en los municipios de Ecatepec y Nezahualcóyotl en la zona metropolitana), donde también existen importantes asentamientos de extranjeros. En estos últimos, la vida resulta ser menos afable y se convierte en un reto constante para sus habitantes, quienes deben de sortear la ineficiencia de los servicios públicos, la falta de opciones de transporte público y una latente inseguridad.
Detrás de las mascarillas que ocultan los rostros de los nuevos habitantes de la CDMX, también se esconden las problemáticas que enfrentan los extranjeros al establecerse en la capital del país y que se replican, con sus propias particularidades socio-geográficas, en las principales ciudades y en las franjas fronterizas. No obstante, las políticas públicas actuales al respecto han resultado insuficientes para acompañar y garantizar la inserción económica y social de aquellos que no cuentan con pasaporte mexicano.
La inmigración es un fenómeno inminente, creciente y benéfico para el país. Por tanto, esta debe ser correctamente gestionada por las autoridades, y acompañada por el sector privado y la sociedad civil, quienes poseen el talento y el conocimiento necesario para que los distintos grupos de migrantes se sientan cómodos en su nuevo hogar. No es uno, sino la suma de esfuerzos multiactor la que permitirá a México, asumir su rol como país destino de migrantes y beneficiarse de una sociedad abierta y sin barreras.
A nivel federal, el gobierno necesita brindar a sus inmigrantes un entramado jurídico acorde al siglo XXI con la actualización del sistema migratorio. Un primer paso, que beneficiaría a todos los grupos de inmigrantes sería dotar de mayores recursos al Instituto Nacional de Migración (IMR) y a la COMAR que permitan la contratación de mayor personal que desahogue las solicitudes de trámites (TRT, solitcitudes de refugio, entre otros).
Otra idea podría ser trabajar con empresas fintech para crear programas sencillos de bancarización. Durante los últimos dos años, la pandemia ha cambiado los hábitos de las personas, incluyendo su forma de trabajar. Bien haría el gobierno mexicano en abrazar la nueva cultura laboral y capitalizar la llegada de trabajadores remotos, nómadas y emprendedores digitales; así como apoyar la creación de empleos para refugiados de la mano de ACNUR y otras organizaciones de la sociedad civil.
A nivel local, el gobierno de CDMX debe atender las necesidades de las comunidades de refugiados asentados fuera de los corredores turísticos-culturales-empresariales. Para ello, es necesario contar con información desagregada sobre las colonias, barrios y alcaldías donde se asientan los nuevos habitantes de la ciudad. Además, es imperativo crear estrategias de sensibilización dirigida a la sociedad capitalina y de la zona conurbada respecto a este fenómeno migratorio.
México, y la CDMX en particular, tiene ante sí la oportunidad de actualizar y crear políticas públicas apalancadas en los flujos migratorios del mundo pospandemia, donde menos barreras y más apertura, son clave para el progreso económico, político y social.