Fecha Publicación: 26-06-2023
El 30 de junio de 1960, durante la ceremonia de proclamación de independencia de la actual República Democrática del Congo (RDCongo), el primer ministro, Patrice Emmery Lumumba, rompía el protocolo diplomático para encarnar múltiples voces que hasta entonces habían quedado soterradas por la fuerza del colonialismo belga.
No era la primera ocasión que se presentaban protestas en contra de la dominación colonial ya que, a golpe de tambor, y a través de la larga noche del colonialismo, podemos escuchar las voces de aquellas personas congolesas sometidas a trabajos forzados por un hábil colonialismo paternalista belga cuya dominación se basaba en “Dominar para servir”.
A la escucha y vigilancia de los ancestros que hacían recordar las burlas, los insultos, las infamias, Lumumba no podía más que denunciar los abusos cometidos durante casi un siglo de gobierno colonial “cuando un negro viajaba en la bodega más baja del barco”.
El atrevimiento lumumbista era el preámbulo de muchas cosas entre las cuales no sólo se podía olfatear el desafío a la tutela colonial basada en la noción de los pueblos africanos como “menores de edad”, sino también la disputa por el pasado congolés que, bajo la figura de Patrice Lumumba, impedía que el rey Leopoldo II pasara a la historia como el “civilizador” del Congo antes que como el responsable directo de lo que puede catalogarse como uno de los primeros genocidios en la historia de la humanidad.
Atrapado tanto en las disputas por la memoria como en las dinámicas geopolíticas propias de la guerra fría, el atrevimiento lumumbista desembocó en su asesinato el 31 de enero de 1961. Empero, a Lumumba había que asesinarlo como persona y difunto.
El desafío anticolonial de Lumumba fue tal que hacía necesaria una encomienda por demás compleja, a saber: había que asesinarlo dos veces, aniquilarlo físicamente y erradicar su memoria (borrarlo de la historia). Pese a los intentos por disolverlo históricamente, el discurso de Lumumba frente al Rey Baduino de Bélgica cobra aún hoy mucho más sentido cuando, al igual que hace varios siglos, desde afuera del continente –y en ausencia de sus habitantes–, diversas instancias internacionales se autoasignan el derecho de confeccionar y colonizar la historia presente y futura de la RDCongo.
Estos diseños exógenos presentan nuevamente a la cartografía congolesa como tierra nula y “capaz de alimentar al mundo entero” con lo cual se relanza y normaliza un discurso neocolonial que interpreta al Congo como espacio ilimitado de extracción y saqueo. A 63 años de la declaración de independencia, la sociedad congolesa abreva de la vieja vanguardia lumumbista sólo para superarla y, mediante luchas de mujeres, feminizar la defensa de la tierra en tanto yacimiento de vida buena y digna para los congoleses y congolesas. ¡Larga y digna vida a la independencia de la RDCongo!
POR MARCO REYES (UAM-I. MARCO.REYESLUG@XANUM.UAM.MX)
MIEMBRO DE LA UNIDAD DE ESTUDIO Y REFLEXIÓN DEL COMEXI ÁFRICA, MEDIO ORIENTE Y SUDOESTE ASIÁTICO
Participación en El Heraldo de México