Fecha Publicación: 06-04-2022
A dos años de iniciada la peor crisis sanitaria de nuestros tiempos, la comunidad internacional aún se encuentra lejos de eliminar el SARS-COV-2, un virus que vino para quedarse y que ha puesto a temblar en más de una ocasión no solo al mundo entero, sino a la “tierra del sol naciente” que lo vio multiplicarse.
Recientemente, China, Nueva Zelanda, Japón, Corea del Sur, Taiwán, entre otras –pocas- naciones que afirmaban haber acabado con la pandemia por COVID-19, y que han sido las mejores calificadas por su gestión sanitaria, se han visto forzadas a cambiar su estrategia para hacerle frente a una nueva ola de contagios (la 4ª para ser exactos). Mientras que países del Sur global siguen lidiando con la baja tasa de vacunación (incluso desde la primera dosis, como Haití) y refuerzos para lograr la inmunidad “natural” total en sus territorios (América Central y del Sur, con excepción de Chile que va en primera fila); todo esto, generando un claro impasse que, de no destrabarse pronto, poco permitirá darle fin a uno de los confinamientos más largos de la historia moderna.
En ese sentido, el papel de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha sido, además de criticado, clave en la cohesión, diálogo y debate de un plan internacional de vacunación y de prevención de nuevas enfermedades que den origen a nuevas pandemias globales. Pero entonces, ¿por qué no se ha podido eliminar las trabes para lograr la salud universal post-COVID19?
Por un lado, el 30 de enero de 2020, la OMS hizo un llamado de emergencia de salud pública de importancia internacional poco después de que se confirmara el inminente riesgo ante un virus de rápida propagación con efectos poco conocidos en ese entonces. Sin embargo, el mundo entero comenzó a movilizar sus esfuerzos hasta el 11 de marzo de 2020, casi 6 semanas después de que la Organización (parte del sistema de Naciones Unidas) advirtiera sobre la que llamarían “pandemia mundial”.
Cual efecto “don´t look up”, ninguna nación –más que la misma China- parecía esforzarse en erradicar la gran brecha de financiamiento para el apoyo humanitario en general y subsanar otras como las deficiencias logísticas y de infraestructura para apoyar, en un primer momento, la estrategia COVAX (abril 2020): una plataforma e iniciativa global dirigida desde la OMS que pretendía promover la equidad de vacunas en todo el globo; pero sí comenzar a politizar el manejo y eficiencia de la pandemia en aquellos países donde su agenda interior no empataba con el riesgo sanitario global y sus efectos.
Por otro lado, a nivel mundial elaboraron numerosos estudios y rankings para criticar la actuación de países que poco han querido –y podido- actuar ante los efectos inminentes del nuevo y mutante virus, donde la mayoría de las naciones peor calificadas por su gestión en esta pandemia como México, Brasil, Colombia e incluso Estados Unidos, han volteado la crítica a la OMS por “no comunicar ni actuar” a tiempo y seguir apoyando a países que claramente por su situación política, económica y social habían podido responder mejor al manejo de la pandemia. Ejemplo de ello fue EE.UU., el cual durante el mandato de Donald Trump abandonó la OMS por considerar una “clara influencia” de China en la toma de decisiones vs COVID-19, y a mediados del año pasado, líderes como Bolsonaro y López Obrador señalaron las demoras de la OMS para aceptar la vacuna SPUTNIK por considerar un tema de intereses políticos y económicos (especialmente con las farmacéuticas occidentales) de por medio.
Empero, la OMS ha realizado esfuerzos escuchando todas las voces (y pese a las fake news en el proceso), pues para evitar el “sesgo” en la que era concebido multilateralmente el protocolo de aceptación de vacunas por la ONU, en septiembre de 2021 la organización creó el Grupo Consultivo Técnico de la OMS sobre la Composición de las Vacunas contra la COVID-19, para resolver así las preocupaciones internacionales tras el surgimiento de nuevas variantes del virus como la cepa “ómicron” y dar certeza de que los datos y experimentación científica serviría como hoja de ruta para acelerar la eficacia de nuevas vacunas. Asimismo, se ha incluido el uso de las herramientas digitales (como la IA) para reforzar la estrategia de protección sanitaria en todo el globo pero aún existen muchas fallas en su implementación (especialmente en el pionero: China).
Es claro que todo el mundo debe entender que “sin salud no hay nada”, por lo que la cooperación internacional en estos momentos debe dar fin a la crisis del multilateralismo actual. De no comenzar a cuestionar, enfocar y replantear sus estrategias desde lo individual hasta lo colectivo, que garanticen la protección de los derechos humanos y la protección al medio ambiente, si estos esfuerzos no se construyen de una manera más sostenible y sustentable, y se sigue poniendo como prioridad agendas políticas cortoplacistas, evidentemente esta no será la única vez que el mundo no pueda estar listo para futuras pandemias.
Breve semblanza:
es Internacionalista por la Universidad Nacional Autónoma de México – FES Aragón y Asociada del del COMEXI. Es miembro activo de "Mujeres Líderes de las Américas", iniciativa de la Fundación española “Ciencias de la Documentación”. Se ha especializado en investigación y análisis sobre política exterior, igualdad de género y tecnología.
Participación en El Sol de México