Fecha Publicación: 09-06-2023
La banca abierta (conocida en inglés como “open banking”) es uno de los temas más importantes —por su potencial inclusivo y transformador— dentro del proceso de digitalización de los servicios financieros.
El beneficio es claro, la banca abierta permite que los usuarios autoricen a las entidades financieras la compartición segura de sus datos con terceros (como las fintechs) para recibir experiencias y servicios innovadores y personalizados. Lo cual, a su vez, fomenta la competencia del sector y permite el surgimiento de nuevos jugadores.
Estos esquemas ya están bien establecidos en algunas partes del mundo, como la Unión Europea o el Reino Unido, y distintos reportes indican que más de 60 países ya cuentan con regulaciones o iniciativas de banca abierta.
En América Latina, México fue pionero al contemplar la banca abierta dentro de la Ley para Regular las Instituciones de Tecnología Financiera (conocida como Ley Fintech) en marzo de 2018. En particular, el artículo 76 de Ley Fintech define que las instituciones financieras están obligadas a establecer interfaces de programación de aplicaciones (APIs) —un conjunto de definiciones y protocolos que comunica a las aplicaciones de software— para habilitar la interconectividad con terceros y compartir tres tipos de datos: abiertos, agregados y transaccionales.
Sin embargo, después de ese gran primer paso, México se ha rezagado en la región. La regulación no ha visto mucho avance en los últimos cinco años. De hecho, el plazo que estableció la misma Ley Fintech para emitir las disposiciones secundarias referentes a la banca abierta venció en marzo del 2020, y a la fecha sigue pendiente la regulación correspondiente a los datos transaccionales y agregados; es decir, las partes que generarán mayor valor y beneficio a los usuarios.
Los factores que explican el porqué de esta tarea pendiente son múltiples. No obstante, se podría configurar una ventana de oportunidad para avanzar de la mano del regulador.
Por un lado, en la banca hay cada vez más jugadores que están desarrollando productos y servicios financieros basados en la banca abierta, que entienden la importancia estratégica de este tema para el futuro del sector y que promueven activamente su implementación. Por otro, el sector fintech ha madurado, hoy cuenta con unicornios y jugadores de gran crecimiento que entienden la importancia de la colaboración con la banca y la interlocución propositiva con el regulador. Adicionalmente, se han tenido diálogos constructivos, aunque intermitentes, entre la banca y las fintech a través de sus gremios para encontrar espacios comunes para el buen desarrollo de la banca abierta. Estos se deben reanudar y fortalecer.
Por su parte, el regulador ha avanzado la agenda en el tema de ciberseguridad y, presumiblemente, el siguiente tema a tratar sería la banca abierta. En este sentido, existe la intención de involucrar a todas las partes interesadas en la mesa, lo cual sería muy positivo para generar una regulación de banca abierta eficaz que beneficie a los usuarios. Un esfuerzo de esta naturaleza debe producir, como mínimo, estándares básicos para las APIs que permitan flexibilidad e interoperabilidad; un régimen de distribución de costos que incentive a los participantes; y un marco adecuado de seguridad y privacidad.
Es momento de aprovechar la voluntad de diálogo de las partes, hacer la tarea, y detonar el desarrollo de la banca abierta en México.
*El autor es integrante de la Unidad de Estudio y Reflexión del COMEXI sobre Economía, Comercio y Finanzas Internacionales.
Twitter: @rafalechuga
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