Publication Date: 10-05-2023
Desde 1956 y exceptuando 2020 —por la pandemia de Covid-19—, Eurovisión se celebra anualmente en alguna ciudad europea, euroasiática o medioriental. Durante sus dos semifinales y su gran final sabatina, este festival de canciones logra reunir a 161 millones de espectadores al año, vía televisión o streaming, señales que se replican desde restaurantes, pubs o bares, hasta las salas de televisión y fiestas de amistades o familiares. La noche de la final de Eurovisión es una de las ocasiones más europeas del año, en donde actualmente también representan momentos de un verdadero despliegue de poder blando, que explicó Joseph Nye y que muchas y muchos expertos han reinterpretado con sociedades y objetivos políticos cambiantes.
Poco a poco, al igual que varias instituciones, organismos, organizaciones o, como en este caso, festivales de canciones europeas, se puede ver claramente un cúmulo o agrupación de ideales, proyectos en común y posiciones políticas similares entre los países del viejo continente. Desde luego, Eurovisión es un momento para divertirse y disfrutar de canciones pop, techno, rock o hasta coros tradicionales de cada país que participa con una pieza, pero este festival también despliega declaraciones políticas y sociales. La gente que vota por la canción ganadora ya no solo lo hace para demostrar el poderío de una diáspora en un país no nativo. Recordemos que las y los habitantes de un determinado Estado no pueden votar por la canción del país en el que se encuentran, de tal manera que la gente que habita Francia no puede votar por la pieza francesa, pero la diáspora armenia en el país galo, por ejemplo, sí puede votar por la melodía de Armenia. Eso es un ejemplo de lo interesante que puede resultar la votación, sin duda, el momento más emocionante de este concurso. Ahora, al conocerse la canción ganadora, la prensa internacional y las personas analistas —que las hay— de este concurso inundan sus titulares y los foros de discusión con el mensaje político de cada año; una idea en común, con la cual millones de espectadores, jueces de canciones y participantes del televoto concuerdan; una verdadera regionalización del poder blando, que le grita al mundo con qué sí y con qué no Europa está de acuerdo, o qué es lo que el continente en conjunto está promoviendo.
En años anteriores, los mensajes a favor de los derechos de la comunidad LGBTQ+ y los movimientos del #MeToo posicionaron a ganadoras y ganadores que abanderaban esas causas. Con ello, Europa le decía al resto del mundo a través de su festival de canciones que eran una región que estaba a favor de la defensa de estas dos demandas sociales. El año pasado, el mensaje a posicionar fue claro y contundente: Europa está con Ucrania a pesar de todo. El conflicto en el país europeo unió a los corazones y las mentes eurovisivas en 2022, tal y como también lo hizo en 2016 por la misma causa. El despliegue de campañas digitales gubernamentales, de organizaciones no gubernamentales, de organismos internacionales o en los discursos de líderes y embajadores europeos alrededor del mundo tiene un eco en Eurovisión. La gente termina votando por el mensaje político que hay detrás de la canción, más allá de si esta cuenta con artistas entonados, bailes que parecen imposibles de ejecutar o escenarios que remontan a las mejores películas de Hollywood. En Eurovisión, en ocasiones es la política la que gana.
Para este 2023, la gran favorita es la canción de Suecia, “Tattoo”, interpretada por Loreen, la cantante que en 2012 ganó el concurso. Once años después, regresa con una melodía típica de este festival. Según diversas casas de apuestas, las preferencias están casi en 2 a 1 con su rival más cercano, el “Cha Cha Cha” del cantante de Finlandia. En esta ocasión, seguramente el discurso político será transmitido en vivo durante las galas y aunque quizá no sea el que le dé la victoria a alguna canción, no estará ausente. Como el año pasado ganó Ucrania, en 2023 ese país tiene derecho a ser sede y a dirigir el concurso. Por razones evidentes, no es posible que el festival se realice en territorio ucraniano, así que el segundo lugar de 2022, Reino Unido, obtuvo la oportunidad de ser sede alterna y coorganizar con Ucrania el festival que está teniendo lugar en estos días. El conflicto del país de Europa del Este volverá a ser un actor relevante en el festival de Eurovisión de este año, para mostrar una vez más que este concurso de canciones invita a pensar que el poder blando también puede regionalizarse, al igual que muchos fenómenos sociales y políticos que presenciamos en la actualidad.
Juan Ernesto Trejo es maestro en Relaciones Internacionales por la Central European University de Austria y Hungría, internacionalista por el ITAM y asociado COMEXI. Twitter: @JuanErnestoTG
Participación en El Sol de México