Fecha Publicación: 12-04-2023
Después de un proceso electoral polarizado y disputado, el pasado octubre, Luis Inácio Lula da Silva venció en segunda vuelta a Jair Bolsonaro con una diferencia de 1.8% de los electores brasileños. El 1 de enero, Lula asumió su tercer periodo de gobierno para 2023-2027.
A diferencia de sus dos mandatos anteriores, Lula gobierna un país diferente y en circunstancias excepcionalmente complejas. Para lograr imponerse a Bolsonaro y al fuerte apoyo que tenía dentro de las clases conservadoras, Lula se vio obligado a realizar alianzas con actores y corrientes ideológicas, distintas al Partido de los Trabajadores, lo cual implica mantener una política de concertación y acuerdos que permitan la gobernabilidad.
Es importante recordar que partidos y candidatos afines al bolsonarismo lograron la mayoría en ambas Cámaras del Congreso brasileño y en los principales Estados de la federación, entre ellos Sao Paulo, Río de Janeiro, Minas Gerais, e inclusive la capital Brasilia. Más de 58 millones de electores votaron en contra de Lula.
Apenas iniciado su gobierno, el 8 de enero de 2023, Lula enfrentó una seria crisis política derivada de disturbios ocasionados por numerosos manifestantes que asaltaron violentamente las sedes del Congreso Nacional, la Presidencia de la República (Palacio de Planalto) y del Supremo Tribunal Federal con una estrategia similar a la que siguieron los simpatizantes de Donald Trump en Washington en 2021.Si bien el nuevo gobierno sorteó esa crisis, Lula ha tenido que privilegiar la pacificación del país y disminuir la polarización extrema que prevalece.
De acuerdo con una encuesta dada a conocer por Datafolha el pasado 1º de abril, en sus primeros tres meses de mandato, el presidente Lula tiene una aprobación del 38% frente al 29% de desaprobación por parte de los entrevistados en 126 ciudades brasileñas. Su desaprobación se encuentra en similares niveles que registró Bolsonaro en el mismo momento de su gobierno (30%) en 2019. Mientras el 51% de los consultados por Datafolha considera que Lula ha hecho menos de lo que se esperaba, únicamente el 25% considera adecuado lo realizado en este período, lo que refleja cierta decepción con su gobierno.
Ha transcurrido muy poco tiempo para evaluar objetivamente al gobierno; sin embargo, varios analistas brasileños señalan que el Presidente Lula generó amplias expectativas y, hasta el momento, ha ofrecido más dudas que aciertos. Por ejemplo, a pesar de que prometió que, una vez electo, gobernaría para todos los brasileños, se ha dedicado a criticar y cuestionar a sus adversarios políticos, lo que le ha causado un desgaste innecesario, inclusive con sus aliados de otros partidos.
Por otra parte, Brasil está recuperando su presencia en el escenario internacional, en el que es considerado un “jugador de talla mundial”. En noviembre de 2022, en su calidad de Presidente electo, Lula fue invitado a participar en la Cumbre de Cambio Climático en Egipto (COP 27), durante la cual anunció que Brasil estaba de regreso en los foros mundiales y adelantó que las prioridades de su política exterior estarían centradas en la integración latinoamericana, con particular énfasis en Mercosur, pero también en el compromiso de enfrentar los retos asociados al desarrollo sostenible.
Además de retomar su alianza con los BRICS (integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), recientemente Lula impulsó que la ex presidenta Dilma Rousseff se hiciera cargo del Nuevo Banco de Desarrollo de este mecanismo. Lula ha iniciado su gestión con gran activismo y en estos primeros cien días se ha reunido ya con varios jefes de Estado de países que considera estratégicos para sus relaciones, entre ellos con Alberto Fernández de Argentina y con Joe Biden de los Estados Unidos. Se espera que esta misma semana visite al Presidente XI Jinping en Pekín, teniendo en cuenta que China se ha convertido en el principal socio comercial de Brasil.
En este contexto, y reflejo de su protagonismo diplomático, Lula condenó la invasión a Ucrania por parte de Rusia e inclusive, en un primer momento, anunció que Brasil buscaría aliarse a varios países para formular una propuesta de mediación que conduzca a la paz, la cual ha sido recibida con escepticismo por distintos actores.
En un acotado resumen, puede decirse que el triunfo de Lula ha sido muy positivo para la democracia en Brasil y, a la vez, ha generado altas expectativas tanto en el ámbito interno como en el externo. Ahora, habrá que darle el beneficio de la duda y, sobre todo, el tiempo necesario para que sus promesas de campaña, particularmente para disminuir la pobreza y las desigualdades, puedan ser alcanzadas.
De igual manera, existen fundadas esperanzas para que la política exterior brasileña retome su tradición diplomática comprometida con la integración latinoamericana y con los mejores esfuerzos de la comunidad internacional en favor de la paz y la estabilidad mundiales.
Ex Embajador de México en Brasil (2019-2022) y actual Coordinador de la Unidad de Estudio y Reflexión del COMEXI sobre Brasil.
Participación en El Sol de México