Fecha Publicación: 24-02-2023
Hace más de un año Estados Unidos alertaba que Rusia estaba alistándose para invadir Ucrania. Pensábamos que era una estrategia de persuasión cubierta de amenaza, pero llegó el cisne negro. Esta metáfora se refiere a un suceso inesperado y que no se anticipó. Se espera ver un cisne de color blanco pero no negro.
El mundo se ha reconfigurado y delineado durante estos 12 meses. La seguridad internacional se fracturó, nuevas crisis surgieron, se han creado y disuelto alianzas -políticas y comerciales-, y la espiral de tensiones aumenta, ya que este conflicto tiene muchas aristas e implicaciones. Hablar de un acuerdo de paz, posiblemente sea trazar un nuevo mapa geopolítico en Ucrania. El presidente ucraniano se niega rotundamente a entregar parte del territorio. Pero aún y cuando gane la guerra, las heridas creadas en esta región y la división -natural o forzada- harán que se tenga a dos Ucranias, dentro del mismo país.
Putin hizo una jugada en su tablero muy arriesgada, pero consideró que valía la pena mover sus fichas intentando hacer jaque mate. A la fecha van 10 paquetes de sanciones. Sin embargo, en un mundo tan hiperconectado, el impacto es global. Esto es por el efecto mariposa el cual significa que, cualquier suceso en un punto geográfico impacta exponencialmente alrededor del mundo.
Algunas de las crisis que este cisne negro está revoloteando son:
Crisis inflacionaria. Hay países que han alcanzado dos dígitos en su inflación. Aquí una muestra de la inflación en los países miembros del G7 (más industrializados).
Crisis de los granos. Trigo, maíz, cebada y soja quedaron atrapados en Ucrania. A pesar del acuerdo de granos alcanzado por Turquía, la ONU, Ucrania y Rusia, siguen miles de toneladas aún sin llegar a los mercados de exportación.
Crisis del aceite de girasol. De este aceite -tan utilizado en Europa- se vio afectada su proveeduría al no contar con las semillas de girasol provenientes de Ucrania.
Crisis alimentaria. Hay que “poner sobre la mesa” que el tema de la 'seguridad alimentaria' debe ser abordado de manera multidimensional al hacer frente a amenazas globales como una guerra.
Crisis energética. Ante el embargo progresivo de la Unión Europea al gas natural y al petróleo ruso, vino el temor de perder la seguridad energética.
Crisis humanitaria. A tan sólo dos semanas que había comenzado la guerra, más de dos millones de personas habían huido de Ucrania. Hoy, según datos de la ACNUR, hay alrededor de 18 millones de personas que han huido.
Crisis de los fertilizantes. Los fertilizantes rusos se convirtieron en el nuevo oro negro ante la gran dependencia de regiones completas para el sector agrícola.
Rusia seguirá teniendo un monitor de signos vitales que vigile su economía para no entrar en terapia intensiva. Por lo que hace meses atrás bauticé un nuevo concepto como el “Efecto Matryoshka”. Mi propuesta es que, así como el alza de los precios internacionales de las materias primas en 1998 ocasionó un tsunami en la economía rusa al borde del colapso y lo llamaron el efecto vodka, ahora Rusia tiene un amortiguamiento al ser gran productor y proveedor de materias primas clave como: metales, energéticos y granos. Inclusive por ser miembro de la OPEP mueve el mercado global del petróleo.
Esta terrible historia que empezó como un cisne negro, terminará no en un lago sino en un pantano donde las cicatrices prevalecerán aún y cuando mude de plumas.
*La autora es asociada COMEXI, miembro de la Unidad de Estudio y Reflexión sobre la crisis Rusia-Ucrania, coordinadora de Negocios Globales Universidad Iberoamericana.
Participación en El Economista