Fecha Publicación: 16-02-2023
Durante el año 2022 testificamos cambios impresionantes en la dinámica mundial: sequías, inflación, renuncias de personalidades internacionales, entre otras sobre las que destaca la guerra en Ucrania.
Dicho conflicto puso bajo relieve no solo el problema eterno de la paz para el mundo, sino también otros que se pensaban más o menos controlados, ejemplos son el alimentario y el energético. Estos temas se convirtieron desde hace tiempo en los elementos centrales de políticas públicas, los cuales se traducen en esquemas de seguridad que envuelven intereses geopolíticos. Así, al respecto del conflicto ucraniano es posible identificar dos bandos de países, aquellos que apoyan al gobierno de Volodimir Zelensky y lo que hacen lo propio con el ruso de Vladimir Putin a quien igual se le asocia con Xi-Jinping de China.
Si bien, el curso de esta guerra tiene consecuencias visibles en los precios del petróleo, la venta-desarrollo de armas, la escalada de inseguridad alimentaria y los problemas relacionados con el acceso a la energía necesaria para pasar el invierno, sobre todo en Europa; el hecho tiene consecuencias para otras regiones a nivel mundial.
Para explicar esto vayamos por partes, la rivalidad entre Occidente con China y Rusia no es nueva, no obstante, hay innovaciones en su desarrollo. Desde hace tiempo el país asiático se dedicó a invertir de manera intensiva en proyectos de infraestructura mesoamericanos, lo que dejó ver su creciente importancia para el crecimiento económico en este espacio.
Aunado a ello, durante la Pandemia por SARS-CoV-2 se confirmó que la dependencia de insumos médicos por parte de Occidente hacia China era mayor de lo que se pensaba; incluso esto se reafirmó tras la crisis de los semiconductores (chips) casi a finales de los momentos más peligrosos de la pandemia en 2021.
En este marco, se comenzó a cuestionar la vigencia de la globalización como fenómeno cohesionador de procesos económico-productivos a escala mundial para concentrarse en otros de escala regional que reduzcan riesgos a partir de la cercanía geográfica, aunada a otros temas importantes: seguridad pública, acceso a servicios públicos de calidad, existencia de mano de obra calificada; infraestructura en materia de comercio y su facilitación, entre otras, destacando el aseguramiento de las necesidades energéticas.
Lo mencionado forma parte de una estrategia global de relocalización de las cadenas de suministro de Asia a Mesoamérica; el hecho recuerda aquellos tiempos de Guerra Fría en donde comenzó a industrializarse primero Japón, seguido de los denominados Tigres Asiáticos y por último China, a quienes durante ese momento formaron parte de los denominados Países de Reciente Industrialización (NIC’s por sus siglas en inglés).
Sin embargo, a principios de la década de 2020 la estrategia denominada Nearshoring que consiste en trasladar las cadenas productivas cerca de Estados Unidos tiene problemas históricos por resolver, los cuales encuentran una salida en una forma de integración regional, también histórica, visible en Mesoamérica dadas sus condiciones culturales aún cohesionadas.
Si bien los problemas son varios, para lograr cambiar los procesos productivos de Asia a Mesoamérica, hay dos de suma importancia: la seguridad pública y la seguridad energética. Por ello, los gobiernos las priorizan para asegurar así el establecimiento de parques industriales en la región. En el mismo sentido, es notable que se abre la puerta a otorgar concesiones a empresas trasnacionales con el fin de captar inversión extranjera proveniente del Nearshoring; esto sin duda provocará más requerimientos de energía.
¿Qué se avecina para Mesoamérica? El ejercicio de relocalización es una estrategia que, más allá de estar impulsada por Occidente, las industrias que forman parte de esta no serán todas afines a Estados Unidos y sus aliados, de igual manera se verá el establecimiento de empresas asiáticas que buscarán a partir del Nearshoring beneficiarse de la mano de obra, recursos y servicios mesoamericanos; así como de la cercanía al mercado estadounidense. La pregunta que se deja al aire es ¿qué tipo de políticas públicas garantizarán el bienestar mesoamericano frente a la fiebre de atracción de inversión extranjera?
Participación en El Sol de México