Fecha Publicación: 10-02-2023
A casi un año de la agresión de Rusia hacia Ucrania el final del conflicto no se ve cercano. Lo que pensábamos que sería una escalada de unos días se ha tornado en un conflicto que ha afectado a una buena parte del mundo y que corre el riesgo de estancarse. El mundo no se había recuperado de la emergencia sanitaria cuando nuevamente una crisis internacional desarticuló todos los planes que los gobiernos tenían para reestablecer la economía después de la etapa más cruenta de la pandemia. En este contexto, la Unión Europea (UE) se encuentra ante un nuevo reto que promete poner a prueba no solo las capacidades económicas, administrativas sino también políticas y de cohesión. El año 2023 demandará una Europa determinada y asertiva que sea capaz de definir los objetivos de seguir colaborando con Ucrania en el conflicto con Rusia, así como de su posible adhesión, esto a propósito de la reciente Cumbre Ucrania-UE.
La reciente noticia del envío por parte de Alemania de tanques Leopard al frente de guerra para apoyar al ejército ucraniano denota que la ayuda y las sanciones económicas no han sido suficientes para derrotar al Kremlin. Al mismo tiempo, se evidencian discrepancias entre los líderes de la UE. Recientemente, hemos sido testigos de desencuentros entre Francia y Alemania relacionados con el envío de pertrechos a Ucrania, las negociaciones respecto a la compra conjunta y topes al precio del gas, hasta la construcción de un espacio de defensa antiaérea europeo. Existen también diferencias entre los países (Europa del Este) que proponen una acción europea mucho más avezada en el conflicto ruso ucraniano, entre los que son más cautelosos (Alemania, Francia, España) y entre los que no están dispuestos a cooperar (Hungría). Basta recordar que el envío de los tanques Leopard fue resultado de la presión hacia el gobierno alemán por parte de algunos socios europeos, entre ellos Polonia; y que recientemente Hungría y Austria anunciaron que no enviarán armas al frente ucraniano. Ello sin mencionar el próximo debate que surgirá a partir de la petición de Zelenski para que se envíen aviones caza.
No podemos perder de vista que es determinante para la economía no solo europea, sino mundial que el conflicto no se prolongue mucho más tiempo pues existe el riesgo de que la inflación no ceda, que la ralentización económica sea más prolongada, que las cadenas de suministro y producción se dañen mucho más, que más población padezca hambruna (como empieza a suceder en Medio Oriente), y que los ciudadanos europeos comiencen a dudar de la acción de sus gobiernos más de lo que ya lo hacen.
En este escenario ¿Cuáles son las opciones para la UE? La primera sería una ofensiva mucho más abierta que incluya el suministro de armamento y de flota aérea y terrestre, a fin de abatir al ejército ruso en una cantidad menor de tiempo y obligar al Kremlin a aceptar las condiciones de paz que ha planteado Kiev. La segunda opción es seguir manteniendo una política mesurada apostando al desgaste de Rusia y eventualmente a su capitulación, (aunque las consecuencias para Europa también serían desastrosas). La tercera, consiste seguir con las sanciones, el apoyo humanitario y económico a Ucrania, pero generar una política conciliadora hacia Rusia para entablar un diálogo para la paz que comience a construir algo que se persigue desde el fin de la Guerra Fría: el establecimiento de una zona de seguridad euroatlántica donde Rusia esté incluida.
*La autora es integrante de la Unidad de Estudio y Reflexión sobre Europa+ del COMEXI.
Participación en El Economista