Fecha Publicación: 02-01-2023
Durante la década de 1980 se abrió la posibilidad de transformar las relaciones ruso-europeas marcadas por las tensiones político-ideológicas de la Guerra Fría e iniciar un periodo de cooperación. Sin embargo, la desintegración de la Unión Soviética entorpeció esa posibilidad y abrió paso a un proceso de expansión del modelo de integración europeo que contribuyó a la marginación de Rusia. Para tratar de comprender las relaciones ruso-europeas los expertos han abordado este fenómeno desde diferentes aspectos que van desde el plano ontológico hasta lo económico y geopolítico.
La posibilidad de configurar un proyecto de cooperación donde convergieran tan variados espacios geográficos y culturales fue un tema que abarcó la literatura sobre las relaciones ruso-europeas durante algunos años. Sin embargo, la crisis económica mundial de 2008 y el conflicto ucraniano, no solo exacerbaron las narrativas sobre la confrontación entre rusos y europeos, también han dejado claro que Rusia se mantendrá fuera del sistema Atlántico en sus vertientes económicas y de seguridad. Al mismo tiempo, Rusia y Europa han entrado en un gran juego geopolítico donde las perspectivas nacionalistas ayudan en la construcción de un marco narrativo que trata de justificar las acciones belicistas.
Las relaciones ruso-europeas han estado acompañadas de por lo menos dos perspectivas políticas diferentes. En una se apuesta por la diversidad, la cooperación y la reconfiguración de las relaciones de poder europeas y mundiales, de cara a la configuración de un orden multipolar. La otra apuesta por la unidad y el monopolio de las ideas, fomenta el crecimiento económico y la participación política directa dentro del marco normativo Atlántico. Como podemos observar ninguna de las dos perspectivas rompen las nociones correlativas respecto del ser ruso y el ser europeo que dependen una de la otra.
En el contexto actual, Europa no busca incluir a Rusia como parte de la región, por el contrario, busca fomentar la rivalidad alimentando el conflicto en Ucrania. Por su parte, el marco explicativo para comprender el comportamiento de Rusia y su posicionamiento internacional es la identidad de Gran Potencia, que ha sido la base de un sistema de pensamiento político que choca con las condiciones materiales actuales de ese país, la dependencia de las exportaciones de hidrocarburos. Estas condiciones definen el significado de la economía rusa, las identidades y las relaciones sociales contemporáneas de ese país. No obstante, en el contexto internacional actual, Rusia no se pretende aislar a sí misma, no busca la autarquía.
Desde que el conflicto en el Este de Ucrania se agravó luego del inicio de la así llamada Operación militar especial, Europa ante los reflectores mediáticos se proyecta unida contra el enemigo común. La ofensiva europea contra Rusia se deja ver en todos los frentes que incluyen, por supuesto, las declaraciones de sus líderes. En una entrevista otorgada al medio alemán Die Zeit, Angela Merkel aseguró que los acuerdos de Minsk sirvieron para dar tiempo a Ucrania y que este país aprovechó esa coyuntura para fortalecerse. La respuesta rusa ante esta declaración no se hizo esperar y fue el propio presidente ruso quien respondió diciendo que las declaraciones de la excanciller alemana solo confirmaban que la decisión de lanzar la Operación militar especial era correcta. No importa si en la misma entrevista Merkel también afirma que sus decisiones buscaban evitar un conflicto de mayor envergadura, puesto que la sangre de ucranianos y rusos, los otros de Europa, desde hace años sigue derramándose en el Donbás.
Participación en El Economista