Publication Date: 30-11-2022
La digitalización y uso de redes sociales se ha convertido en algo cotidiano. Desde la interacción entre personas hasta la comunicación oficial de mandatarios, instituciones y organizaciones públicas y privadas ha transformado la difusión y acceso a la información. Ahora, el proceso universal es retroalimentado en cuestión de segundos a través de posts o tuits. Sin embargo, hay una dependencia a la información encontrada en las plataformas de las empresas tecnológicas. Esto las ha empoderado y convertido en jugadores relevantes de las relaciones internacionales.
Aunado a la relevancia que han tomado las campañas de desinformación y propaganda ideológica en las redes sociales, las empresas tecnológicas empezaron a ejercer el poder que han obtenido a partir de la insurrección al capitolio estadounidense en enero de 2021. Amazon, Apple y Google eliminaron de sus tiendas en línea Parler, la app alternativa de Twitter utilizada por ultraconservadores-nacionalistas; PayPal y Stripe detuvieron las operaciones monetarias a favor de la campaña de Trump en sus plataformas; y, Meta y Twitter marcaron una posición política al regular la propagación de discursos de odio y vetaron al mismo Donald Trump de sus redes.
Sin embargo, en el auge del capital político de las Big Tech, el polémico rumbo que tomará Twitter desde la compra del multimillonario Elon Musk está en duda. Elon cree en la libertad de expresión absoluta y repudia el rumbo ideológico que Twitter adoptó previo a la compra. Desde que Musk asumió la dirección ejecutiva de Twitter ha habido demasiados cambios: despidos masivos, reducción de bots, cambios en la verificación de perfiles entre otros. Parte de los planes de Musk es precisamente desmantelar la cultura progresista (o woke) en la compañía y regresar a Donald Trump a Twitter, donde incluso hizo una encuesta para hacerlo.
Existen dos factores que demuestran la dependencia sociopolítica a Twitter, no como red social sino a lo que representa e incorpora a la comunicación instantánea. Primero, los rumores de una posible bancarrota cuestionan cómo sería una sociedad digitalizada sin una de sus mayores plataformas. Las redes sociales y particularmente Twitter ofrecen un canal multidireccional para democratizar la comunicación, el acceso e intercambio a la información, rendición de cuentas y exigir o transparentar ineficiencias gubernamentales. Si bien existen plataformas alternativas, la posible desaparición de esta es equiparable a perder el acceso a Google: información inmediata que se toma por hecho. Las generaciones más jóvenes, como nativas digitales, crecimos en un ambiente donde ante cualquier duda se busca una respuesta en la web.
El segundo síntoma de dependencia sociopolítica a Twitter es el regreso de Donald Trump como usuario en vísperas de las elecciones primarias presidenciales en Estados Unidos. El éxodo de la comunidad conservadora como causa de la cultura woke de Twitter segregó a un sector poblacional. El regreso de Donald Trump traerá consigo mayor movimiento en la red. No hay que olvidar que el objetivo de Musk es maximizar la compra de 44 mil millones de dólares de la compañía y aumentar los usuarios es una viable estrategia para hacerlo.
Independientemente de las críticas que ha recibido el buen o mal manejo de la compañía, Elon Musk comprende la relevancia que tienen Twitter y las empresas tecnológicas en asuntos políticos, económicos y geopolíticos. Sus constantes intervenciones en elecciones, como las pasadas intermedias en Estados Unidos, o pseudo propuestas de paz en la invasión rusa a Ucrania son tan solo señales del papel que jugarán individuos y empresas tecnológicas en el futuro cercano. Musk utiliza sus recursos para obtener sus intereses.
El sistema internacional ya no es un tablero exclusivo para Estados y tanto las grandes empresas tecnológicas como la agenda del 1% cambian el juego geopolítico. El mundo se ha convertido dependiente a las redes sociales y el surgimiento del metaverso cambiará el sistema internacional como lo conocemos. Si los países quieren conservar el monopolio de poder en un ambiente más plural, ahora es el momento para que regulen la intervención de estos actores emergentes ya que, de no hacerlo, será muy tarde.
*Yussef Núñez Menéndez es asociado del COMEXI. Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Anáhuac México y estudia la maestría en Desarrollo Internacional y Crisis Humanitarias en la London School of Economics and Political Science (LSE). Síganlo en Twitter en @YussefNunez
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