Fecha Publicación: 15-07-2021
En un contexto como el que vivimos actualmente a nivel global, con sostenidos riesgos sanitarios a causa de la Covid-19, sus ramificaciones económicas que mermaron cualquier expectativa de crecimiento y no pocas “comorbilidades” geopolíticas que antecedían a la pandemia, la cooperación internacional adquiere un rol todavía más preponderante, aunque no exenta de cuestionamientos. La donación de vacunas contra la Covid-19 que México ha hecho a diversos países de América Latina y el Caribe, ha generado inconformidad en algunos espacios de opinión y redes sociales. “¡Primero deberían de vacunar a todos los mexicanos!”, se escucha exasperado al conductor de un programa –cómico– en la radio. “Vacuna a los tuyos y después ponte a regalar”, se logra palpar la indignación en algún muro de Facebook. Esta opinión ha encontrado su contraparte incluso en personajes de la talla de un ex presidente de la República. Críticas de este tipo no son nuevas: algo similar generó la contribución que el Estado mexicano hizo en 2011 para combatir la hambruna en el Cuerno de África.
Es verdad que ante contextos globales de crisis, lo urgente –el corto plazo– suele sobrepasar lo importante –el largo plazo. Quizás lo que determina la solidez de cualquier política pública es precisamente su capacidad para navegar una crisis con un pie en lo urgente y el otro en lo importante. Ante un escenario de pandemia por Covid-19, sin duda es urgente que México consiga en el menor tiempo posible la mayor cantidad de antígenos, en un mercado internacional rebasado por la demanda y cuyo acceso, dicho sea de paso, ha demostrado ser por demás inequitativo. Por otra parte, es importante que México cimiente sus alianzas y ejerza un liderazgo positivo en el resto del Hemisferio Occidental, a la luz de una reconfiguración en las estructuras de la política internacional en su conjunto.
En tiempos de pandemia, las vacunas contra Covid-19 inevitablemente sirven a este último propósito en tanto herramienta natural de cooperación internacional, y lo que ésta lleva implícita: agradecimiento y empatía, de quien la recibe; y de genuina responsabilidad global, prestigio y liderazgo de quien la brinda. Por ello, hacer un esfuerzo adicional como país para apoyar en los planes de vacunación de otros países latinoamericanos –sin menoscabo al plan de vacunación nacional y manteniendo el ritmo actual de entrega de vacunas– atiende a consideraciones de carácter geopolítico e, igualmente importante, de índole humanitaria. Sobre todo en una región en la que se estima un retraso de dos años en su recuperación económica, como consecuencia de la severidad de la pandemia y la falta de acceso a vacunas.
Generar un entorno regional más favorable para México, forjar alianzas o desempeñar un rol de liderazgo acarrea ineludiblemente mayores responsabilidades y compromisos como país. En este sentido, sería deseable no sólo mantener, sino intensificar el apoyo que México pueda darle a otros países de América Latina y el Caribe, máxime si se considera que la presencia de la Covid-19, así como la influenza en su momento, ha llegado para quedarse. Al respecto, el Estado mexicano podría concentrar recursos y voluntad política, entre otras cosas, para: 1) una vez con la experiencia adquirida de un año, revisar, renovar y, en su caso, ampliar el catálogo de vacunas que México está recibiendo; 2) traer la mayor cantidad de laboratorios de otros países, a fin de producir más antígenos anti-Covid19 en territorio nacional, y que estos puedan distribuirse más fácilmente en el Hemisferio; y, no menos importante, 3) apostar por el desarrollo de una vacuna mexicana.
Se le atribuye a Winston Churchill haber dicho: “Sometimes doing your best is not good enough. Sometimes you must do what is required”. Si queremos que México consolide su paso como potencia emergente, debemos hacer lo que se requiere; sobre todo en tiempos de oscuridad, como solía llamarlos Hannah Arendt. Seamos como país lo que queremos ver en el mundo. Específicamente, seamos como país lo que queremos ver en una América Latina innegablemente vertiginosa: una región fraterna, próspera y democrática.
Posdata: Se recomienda ampliamente el libro “El Gran Giro de América Latina”. Conviene que toda mexicana, lo mismo latinoamericanista como norteamericanista, revise este importante y valioso trabajo de prospectiva.
*Asociado Comexi