Fecha Publicación: 21-07-2021
Luego de 15 años sin procesos electorales, en enero pasado, Mahmud Abás, presidente de Palestina, convocó a elecciones legislativas (22 de mayo), presidenciales (31 de julio) y a la renovación del Consejo Nacional Palestino (31 de agosto). Se preveía que serían llamados a votar casi tres millones de palestinos en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, pero finalmente la votación fue cancelada por el propio Abás al argumentar que Israel no permitiría la jornada electoral en Jerusalén Este.
La última elección presidencial para esos territorios se realizó en 2005, en la que resultó ganador el presidente Abás, y los comicios legislativos en 2006, en donde Hamás obtuvo la mayoría de los escaños. En 2007, luego de luchas intrapalestinas, la organización islamista Hamás tomó el control de Gaza y expulsó a funcionarios relacionados con Abás y su partido Fatah. Desde entonces, los episodios de tensión entre ambos grupos se han mantenido vigentes.
Dadas las discrepancias entre las organizaciones palestinas, se consideró como un importante logro el acuerdo alcanzado a inicios de 2021 que, permitiría la celebración de elecciones. Pero el aplazamiento de los comicios reveló la fragilidad de las coincidencias. Lo cierto es que la convocatoria surgió en un momento especialmente retador para la política palestina y el entorno regional.
Por un lado, la normalización de relaciones de algunos países árabes con Israel incorpora un nuevo desafío para los grupos palestinos. El hecho revela la necesidad de un rostro cohesionado que represente las necesidades de la población frente a Israel y otros países, especialmente los emisores de ayuda humanitaria. Las elecciones, hasta el momento sin fecha, permitirían exponer al exterior esa unidad y un intento de afrontar la reconfiguración de la región.
En contraste, la decisión de posponer los comicios abrió una nueva fisura en la de por sí agrietada política palestina. La administración del presidente Abás enfrenta denuncias por supuestamente favorecer la cooperación con las autoridades israelíes en detrimento del bienestar palestino, posibles actos de corrupción y falta de legitimidad, entre otras cosas, por su mandato cada vez más prolongado. De realizarse las elecciones y obtener el triunfo nuevamente, la legitimidad de Abás aumentaría y con ello la posibilidad de un margen de acción más amplio que el actual, sobre todo frente a los recientes cambios regionales e internacionales.
Sin embargo, su triunfo no está asegurado. Por ahora las encuestas revelan una mayor preferencia a su favor. Pero luego de 15 años sin elecciones generales y alrededor de un millón de nuevos votantes, los resultados de un posible proceso electoral no podrían ser más inciertos.
Hay un sector poblacional que se encuentra entre los 18 y 33 años de edad que nunca ha votado, representa la mitad del electorado actual y reporta las mayores tasas de desempleo (alrededor del 40%). Es posible que en las futuras elecciones expresen a través del voto su descontento contra la actual administración.
Incluso, el aplazamiento de los comicios reduce aún más la popularidad de las actuales autoridades (60% de desaprobación). Es posible afirmar que existe un entusiasmo generalizado en participar, sentimiento que se refleja en el registro de más del 93% de los 2.8 millones de votantes habilitados para emitir su sufragio.
Frente a este escenario, Hamás ha intentado impulsar la celebración de los comicios. Las posibilidades de que el poder de Abás y su organización Fatah disminuya son reales. Incluso, se dice que la decisión de retrasar el proceso se debió al escenario poco favorable para el presidente palestino.
Bajo estas condiciones, de realizarse las votaciones, el más beneficiado podría ser Hamás, organización considerada terrorista por Estados Unidos, Israel y la Unión Europea. Para este partido resulta importante participar políticamente en Cisjordania y, de este modo, ampliar su influencia política en la estructura gubernamental central. Desde 2007, su actuación se ha limitado a territorio gazatí. Este escenario produce importantes preguntas sobre la posible dinámica entre las autoridades palestinas, con mayor participación de Hamás, y su relación con el exterior, sobre todo con los países que lo consideran un grupo terrorista.
Aunque se pensaba que el aumento de los ataques israelíes hacia territorio palestino proporcionaría un elemento de coincidencia, las contrastantes percepciones sobre el camino a tomar y las posibles respuestas han evidenciado aún más las diferencias entre los liderazgos palestinos.
Es claro que las necesidades en materia humanitaria y atención a la población palestina no pueden esperar al consenso político. A pesar de las discrepancias internas es urgente un plan que se ocupe de las necesidades inmediatas de la población. Las elecciones no pueden aplazarse más, pero tampoco la atención a los más vulnerables. El consenso entre las fuerzas políticas tendrá que llegar en beneficio de las y los palestinos.
*Investigador del Centro de Estudios Internacionales Gilberto Bosques del Senado de la República. Licenciado en Relaciones Internacionales por la Facultad de Estudios Superiores Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) con estudios en Análisis Político por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Asociado del Programa de Jóvenes del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI).