Publication Date: 28-09-2022
El 9 de julio de 2021 Sudán del Sur cumplió su primera década de vida independiente. La milenaria nación del África Central, cuya huella antropológica data de los primeros homínidos que recorrieron la faz de la tierra, es el estado miembro de Naciones Unidas de más reciente independencia. Desde que iniciara su frágil y aún inestable camino en la autodeterminación, el país africano ha acaparado la atención de la comunidad internacional, que mira atenta cómo construye su presente, tratando de avizorar su futuro, en medio de una creciente ola de ideologías políticas que, de América a Asia, pasando por Europa, inunda la agenda con una narrativa nacionalista de toques que polarizan y enconan.
Mientras la capital sudanesa del sur de Juba se apresta a dar por terminados casi catorce meses de festejos y celebraciones por su primera década de independencia, la población del país centroafricano enfrenta uno de los peores años de su historia reciente y la dividida clase política y dirigente de la nación se esfuerza por reganar la confianza y legitimidad de sus vecinos y del resto de la comunidad de naciones, sin dejar por completo las diferencias entre sí que a lo largo de estos diez años se han traducido en crudos enfrentamientos armados con la consiguiente pérdida de vidas humanas.
De acuerdo con el más reciente reporte de la Misión de Naciones Unidas para Sudán del Sur (UNMISS, por sus siglas en inglés), establecida por la organización multilateral al poco tiempo de consumada la independencia del país africano con el fin de coadyuvar en las tareas de construcción nacional y ampliada desde el año 2013 a tareas de protección ciudadana dada la renovada guerra civil que irrumpió entonces, entre enero y mayo de 2022 los continuos enfrentamientos interétnicos entre distintas facciones tribales, con sus respectivas filiaciones políticas, provocó la muerte de 173 personas, desplazando a cerca de 44,000 civiles. El reporte, firmado conjuntamente por la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas, señala además que graves violaciones a los derechos humanos y múltiples abusos y violaciones al derecho internacional humanitario ocurrieron durante el mismo período en amplias zonas del país, incluyendo violencia sexual contra niñas y mujeres y secuestro de menores con fines de incorporarlos a milicias armadas.
El más reciente reporte de la ONU se suma a la alerta lanzada a inicios de año por la organización advirtiendo que como resultado del continuo conflicto armado, las devastadoras consecuencias del cambio en los patrones climáticos y la epidemia por COVID-19, más de 7 millones de sudaneses del sur, del total de 12 millones de habitantes del país, necesitarán asistencia alimentaria. Las celebraciones por la década de independencia se ven sin duda ensombrecidas por los aún incontables retos que el joven país enfrenta a nivel político, económico y social.
Si bien el proceso iniciado por el referendo de autodeterminación de diciembre de 2010 convocado por Jartum desencadenó la declaratoria de independencia de Sudán del Sur en julio del siguiente año, no podemos asumirlo como un ejercicio acabado, sino todo lo contrario. La hoja de ruta que en su momento trazaran Omar El Bashir y John Garang, con la venia del sistema internacional, a través del Acuerdo Amplio de Paz para Sudán, es un proceso que ha continuado a lo largo de los últimos 11 años enfrentando múltiples y variados retos en su afán por solidificar y acendrar los cimientos de Sudán del Sur como país independiente. Un proceso que, si bien incluye descalabros y pasos en falso, también cuenta con aciertos y lecciones para Juba, para otras naciones relativamente jóvenes como Timor Oriental, Kosovo y Eritrea, y para el sistema internacional en general.
En un mundo de crecientes aislacionismos nacionalistas, donde la confianza en las instituciones multilaterales está minada y en el que la narrativa de atomización del estado nación perdura, la primera década de independencia de Sudán del Sur se erige como prueba de que los movimientos nacionalistas y de liberación nacional, en África o allende, pueden y deben ser exitosos, si van de la mano del marco legal que para ello estipula el sistema internacional, desde su configuración tras las guerras mundiales del siglo XX, a través de la Organización de Naciones Unidas.
Diego Gómez Pickering es miembro de la Unidad de Estudio y Reflexión del COMEXI “África, Medio Oriente y Sudoeste Asiático” coordinada por Marta Tawil. (@gomezpickering)
Participación en El Sol de México