Fecha Publicación: 25-07-2022
En toda la historia de la humanidad, ningún movimiento social ha sido tan autocrítico ni se ha reinventado y evolucionado en un sinfín de ocasiones como lo ha hecho el feminismo.
Si bien, dentro del movimiento feminista existe una gran cantidad de realidades y experiencias personales de mujeres que han vivido graves situaciones de violencia y discriminación por cuestiones de género, conceptos como la interseccionalidad y la sororidad han podido dar sentido a una lucha que, más allá de ser homogénea, sin duda se compone de grandes matices, los cuales (por contexto y geografías) deben ser incluidos en la redefinición teórica y práctica del feminismo moderno.
En el marco del 8M del 2019, poco después de las protestas feministas de la 4ª ola, surgió un nuevo debate, especialmente desde la crítica de mujeres que no se han sentido parte de los movimientos feministas occidentales (tanto virtuales como presenciales), y que tampoco se han sentido identificadas con iniciativas como la de Tarana Burke (2006) con el movimiento #MeToo.
Dicho debate se centra en dos principales reflexiones; en primer lugar, ¿hasta qué punto las distintas portavoces del movimiento feminista (en su mayoría occidental) están cometiendo el error –nuevamente- de querer enmarcar las luchas de todas en una sola?, y ¿realmente el feminismo actual ha podido dar voz y visibilidad a la lucha de todas las mujeres en los distintos hemisferios?
Tanto las redes sociales como los medios tradicionales han dado cobertura plena a la convocatoria lograda por los distintos movimientos occidentales feministas, además de que las colectivas y líderes activistas han podido ganar espacios para exponer los más graves casos de violencia y discriminación (desde Estados Unidos, Europa y varios países de América Latina), de tal manera que la sociedad pueda ser sensibilizada y revertir por sí misma, en conjunto, el sistema patriarcal que tanto aqueja a las mujeres de este siglo.
Pero, ¿es el feminismo de occidente el único que está marcando la pauta de los grandes cambios y victorias para las mujeres de nuestra era? La respuesta claramente es NO, ya que, en días recientes, la lucha feminista de las mujeres árabes y del norte de África han tomado un protagonismo importante, al cual no se le ha difundido como se merece.
El pasado miércoles 6 de julio, el movimiento #GeneralWomenStrike (اضراب_نسائي_عام#) se viralizó en redes sociales entre la comunidad de mujeres del mundo árabe, el cual requirió pasar de un concepto donde ‘lo personal es político’ en lo local, a lograr una convocatoria regional con activistas que, mediante una serie de protestas virtuales, destacaron la falta de medidas para proteger a las mujeres en la región de Medio Oriente y África del Norte de la violencia de género.
Y el principal detonador de este movimiento fue que (tal como nos sucede a las mujeres latinoamericanas) en semanas recientes fue notable el incremento en los casos de feminicidio donde, de haber tenido la protección contra la violencia doméstica y acoso sexual que cientos de mujeres denunciaron ante las autoridades de sus respectivos países, aún seguirían con vida.
De acuerdo con Amnistía Internacional, en los últimos años, los países de Oriente Medio y Norte de África han tenido muy pocos avances –sino es que nulos- en materia legislativa para la protección y salvaguarda de los derechos fundamentales de las mujeres, además de conservar distintos mecanismos que coartan el derecho a la denuncia y protección de mujeres víctimas de violencia doméstica, así como de acoso y violencia sexual.
Así, bajo el hashtag #GeneralWomenStrike (اضراب_نسائي_عام#) el mundo árabe ha comenzado su propia lucha feminista convocando a un paro regional; donde el movimiento, si bien guarda varias similitudes en su estructura con el de #MeToo de 2017, ha logrado convocar –en un primer momento- a cientos de mujeres de países como Líbano, Sudán, Jordania, Siria, Emiratos Árabes Unidos, Iraq, etc., bajo un mismo reclamo en común: dar fin a la violencia machista que pone en riesgo cada día a las mujeres de su comunidad.
Como mujeres y feministas occidentales, debemos tener claro que incluir las distintas luchas de las mujeres en otros hemisferios tiene que ser una prioridad para esta nueva era, porque la encomienda es la misma, pero la exposición sin duda aún es desigual. Extraña en demasía que las protestas virtuales desde el 2019 tengan amplia difusión en canales de comunicación digitales y tradicionales, pero solo dos notas a la fecha hayan podido cubrir un hito histórico tan plausible como el que han convocado las mujeres árabes.
Recordando lo dicho por la activista, Kimberlé Williams Crenshaw, quien dio origen al término de ‘interseccionalidad’, “históricamente han existido mujeres siendo marginadas por los mismos movimientos que las representan”; pero esto ya no lo podemos permitir, ni desde nuestros discursos cotidianos ni mucho menos al disminuir la exposición de logros tan grandes y parecidos a los nuestros.
Las luchas del movimiento feminista árabe o islámico, no tiene que ver con el reconocimiento en el mundo de occidente, sino con apoyar y darles espacio a su propia voz y con sus propios símbolos y signos distintivos, solo así podremos ir avanzando al mismo ritmo y con una misma causa.
La lucha continúa.
Andrea Navarro es internacionalista por la FES Aragón-UNAM y Maestra en Comercio Electrónico y Marketing Digital. Asociada del COMEXI, y miembro de la coordinación de igualdad del Programa de Cóvenes del COMEXI.
Twitter: @andie_nr
Participación en El Sol de México