Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales

Última actualización:
2025-09-04 06:18

EL FIN DE LA TOLERANCIA POLÍTICA MUTUA

Fecha Publicación: 02-09-2025

El país vive una etapa de súper-polarización política. Por ello no resulta raro lo sucedido entre el senador y presidente nacional del priismo, Alejandro “Alito” Moreno, y el senador y saliente presidente de la Mesa Directiva del Senado, Gerardo Fernández Noroña. Ante las recientes reformas políticas y la consecuente deriva autocrática, mucho indica que veremos más episodios así en los años por venir.

Le llaman “tolerancia mutua”. Los académicos de la Universidad de Harvard, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, acuñaron el término en su libro “Cómo Mueren las Democracias”. Para que una democracia sobreviva, argumentan, la tolerancia mutua resulta un valor fundamental, porque a través de él los partidos políticos se ven como rivales políticos, reconocen sus diferencias pero también las buenas intenciones y el patriotismo de su contraparte, y se fomenta el acercamiento y la negociación. Porque la otra opción es que se vean como enemigos políticos, que afirmen que sus diferencias son irreconciliables, que solo observen malas intenciones y antipatriotismo de su interlocutor y que, por lo tanto, no acepten resultados electorales desfavorables y se nieguen a negociar. Así, una democracia nunca sobrevive.

Todos los gobiernos democráticos mexicanos practicaron la tolerancia mutua. Al menos desde el gobierno de Ernesto Zedillo, pasando por los dos gobiernos panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón, y terminando con el gobierno priista de Enrique Peña Nieto, todos ellos vieron a sus contrapartes como rivales políticos, no como enemigos políticos. Las críticas pueden ser numerosas, sin embargo, nunca hubo un discurso sistemático de mentiras, calumnias y vituperación contra los partidos políticos de la oposición. Nunca les quitaron valor moral, que hacerlo siempre es un primer paso hacia la tiranía, como afirmaría el fallecido Henry Kissinger. Son partidos que creen en la democracia, en las actitudes necesarias para sostenerla, y en los cauces institucionales para resolver diferencias.

El contraste no puede ser mayor con Morena. Además del discurso maniqueo y de vilipendio continuo, sus dos gobiernos nunca se han sentado a negociar con la oposición. En ese espíritu, de esperarse el arrebato de innumerables asientos legislativos mediante una sobrerrepresentación altamente cuestionada del 20%. Lo anterior bien puede ocasionar la radicalización de los partidos opositores, esencialmente del priismo y panismo. Ya tenemos algo de eso en la figura de “Alito” Moreno, un personaje autoritario quien recibió aplausos al interior de su partido por la confrontación con Fernández Noroña. Y no resultaría descabellado que la derecha mexicana comience a encontrar sus “héroes” o “heroínas” en figuras como el empresario Ricardo Salinas Pliego o la senadora Lily Téllez. Porque, se preguntarán muchos militantes, ¿por qué seguir con la misma estrategia de conciliación si no funciona, si la contraparte solo injuria, si se apropia de la representación legislativa y las instituciones electorales, si las bravuconerías sí pagan?

Llevamos siete años de falta de tolerancia mutua por parte del partido en el poder. No resulta raro que le haya llevado siete años a la democracia mexicana fallecer. Dicen los autores: “Dado que no hay un solo momento… en el que el régimen claramente "cruce la línea" hacia la dictadura… quienes denuncian los abusos del gobierno pueden ser tachados de exagerados o de mentirosos. La erosión de la democracia es, para muchos, casi imperceptible.”

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