Fecha Publicación: 07-07-2025
Al considerar los análisis y comentarios que he leído y escuchado en estos últimos días, tengo la impresión de que quizás no estemos comprendiendo bien y sopesando adecuadamente las implicaciones y alcances que tendrán los recientes ataques de Israel y Estados Unidos en contra de las principales instalaciones nucleares de Irán. Ambos estados nucleares, esto es, poseedores de armas nucleares, procedieron a bombardear a un país signatario del Tratado de No Proliferación Nuclear, del que hasta ahora sigue siendo parte. Tanto Israel, la potencia hegemónica regional, como Estados Unidos, la única superpotencia, han justificado sus ataques sin precedente diciendo que había que evitar por la fuerza que el programa nuclear pudiera de manera encubierta y rápida conseguir su presunto objetivo final que era hacerse de una o más armas nucleares, ante la presunta evidencia de que había avanzado aceleradamente en el proceso de enriquecimiento de uranio para llegar a un porcentaje del 60%. Lo cual era simple y llanamente intolerable. Lo cierto es que hemos llegado a un punto de no retorno después de más de 20 años de arduas y complejas negociaciones sobre el programa nuclear iraní, que Teherán siempre ha insistido tiene fines pacíficos y civiles.
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