Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales

Última actualización:
2025-03-25 10:15

LECCIONES

Fecha Publicación: 24-03-2025

El conflicto China-Estados Unidos precede a Trump. Luego de años de complementariedad económica, que alguien denominó “Chimerica” para describir una relación que empataba las fortalezas relativas de cada una de esas naciones -manufactura para el gigante asiático, creatividad e innovación tecnológica para la superpotencia-, las dos potencias comenzaron a distanciarse. Muchas fueron las causas de la separación, pero no hay duda de que el desencuentro desató enormes fuerzas a lo largo y ancho del mundo, a la vez que acentuó las características de cada una de las partes. Por el lado estadounidense, se endureció la retracción respecto a la llamada globalización, en tanto que China se abocó a apuntalar sus fortalezas, comenzando por la de la educación tecnológica. Muchas lecciones para nosotros en ambos casos.

En un artículo reciente de Sam Dunning intitulado El imparable ejército chino de STEM: Estados Unidos no puede contener la innovación china, el autor describe el contraste entre las fallas norteamericanas en materia educativa, sobre todo su distancia respecto a la formación técnica, frente al énfasis chino en ciencia (S), tecnología (T), ingeniería (E) y matemáticas (M). China, al igual que muchas de las naciones asiáticas más exitosas, se abocó a construir su futuro sobre una plataforma sólida de infraestructura física, educativa y de salud. En lo que concierne a la educación, como sugiere este artículo, los chinos privilegian la educación científica y técnica para incrementar la productividad de su economía y, con ello elevar el nivel de vida de su población. De esa lógica se deriva todo un conjunto de acciones que no sólo han permitido transformar a su economía y a su país en general, sino sentar las bases para su futuro. Como han evidenciado otras naciones de aquella región, todavía está por determinarse si es posible sostener la compatibilidad entre su sistema político y su desarrollo económico, pero lo que no está en duda es la espectacular transformación que esa nación ha experimentado en las pasadas cuatro décadas.

A la luz de ese panorama, uno se pregunta qué es lo que México ha logrado en ese mismo periodo. Como China, México reconoció en los ochenta que su economía ya no funcionaba y que requería cirugía mayor para enfrentar los retos que imponía una población creciente y demandante. A partir de entonces, se inició un periodo de reformas económicas y, eventualmente, políticas, que modificaron de raíz tanto la estructura económica, como la del poder político. Sin embargo, para nadie es sorpresa que, a pesar de infinidad de avances, el resultado no ha sido del todo satisfactorio y mucho menos cuando se le compara con lo que lograron naciones en otras latitudes que invirtieron en sistemas educativos e infraestructura de manera sistemática.

El atractivo que China le ofrece a muchos miembros de Morena en este contexto es evidente. Al menos debe uno agradecer que vean a China como ejemplo y no a Cuba o Venezuela. Al final del día, entienden que lo trascendente sí es efectivamente la transformación económica. Sin embargo, lo que ven con añoranza en China es el control político autoritario que ejerce aquel gobierno. Por otro lado, no deja de ser paradójico que les atraigan los resultados, pero no están dispuestos a hacer la chamba para llegar a un lugar similar. ¿Dónde están los proyectos de infraestructura -fundamentados en cálculos de costo-beneficio- que llevarían a equiparar a México con el gigante asiático? ¿Dónde está la promoción de las empresas privadas para llevar a cabo esa transformación? ¿Dónde está el sistema educativo orientado al desarrollo tecnológico? El modelo que les parece tan atractivo trae mucho trabajo detrás que nadie en Morena parece interesado en replicar.

Mucho más relevante es el ejemplo que proveen otras naciones asiáticas que lograron similares transformaciones sin los controles autoritarios brutales que caracterizan a China. Corea, Taiwán e incluso Tailandia, Vietnam y Malasia, por no hablar de India, ilustran procesos de reforma mucho más cercanos al mexicano, algunos habiendo logrado la consolidación de sistemas políticos plenamente democráticos a la par con éxitos económicos y sociales notables. Es obvio que no hay una sola forma de avanzar, pero la mexicana ha sido atropellada, por decir lo menos. Muy a nuestro estilo, luego del inicio de las reformas, un proyecto incompleto pero articulado y coherente en sí mismo, lo que siguió fue reactivo cuando no producto de meras ocurrencias.

Y ahí seguimos: en ocurrencias, sueños y pleitos. La gran lección que arrojan las diversas naciones asiáticas es su claridad de rumbo y su concentración en la construcción de condiciones para hacer posible la consecución de sus objetivos. En México hemos ido de tumbo en tumbo: unos abren, otros cierran; unos se preocupan por la seguridad, otros los denuestan, sin hacer nada para resolver el problema. Todos hablan, pero nadie enfrenta los verdaderos obstáculos que mantienen postrado al país.

El pasado no se puede cambiar, pero, en lugar de ver a Trump como amenaza, ¿por qué no verlo (o aprovecharlo) como la oportunidad para dar el gran salto adelante, para provocar la transformación que México obviamente requiere pero que parece impedida por todos esos intereses y dogmas?



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@lrubiof

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