Fecha Publicación: 20-03-2025
A lo largo del último siglo, hemos asumido con cierta arrogancia que la historia avanza en una sola dirección: hacia más democracia, más desarrollo económico y más derechos para todos. Nos convencimos de que, con el tiempo, las sociedades inevitablemente adoptarían la democracia liberal como sistema de gobierno, el capitalismo como modelo económico, y la expansión de derechos como camino irrenunciable. Pero la realidad ha sido menos generosa con estas certezas. Lo que parecía inevitable ha resultado frágil.
La democracia, que se nos vendió como el mejor sistema de gobierno, ha demostrado ser insuficiente para mejorar las condiciones de vida de millones de personas. Más aún, ha abierto la puerta a quienes la utilizan para erosionarla desde dentro.
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