Fecha Publicación: 18-03-2025
Cuando yo era muy niño (no pregunten ustedes cuándo, apreciados lectores, pero ahí por 1968), mis hermanos y yo escuchábamos atentos y horrorizados las historias de los acontecimientos del día: fulano de tal detenido, mengano golpeado por los granaderos, perengano desaparecido.
La puerta principal de San Ildefonso derribada por un bazucazo, la Ciudad Universitaria ocupada por la policía, la mano dura del Estado que se fue manchando de sangre hasta llegar al horror inenarrable del 2 de octubre en Tlatelolco. Los medios que callaban por órdenes gubernamentales, que culpaban a los muchachos, que les endilgaban supuestas traiciones y conjuras contra La Patria, esa que se escribe con mayúsculas cuanto más se traicionan sus ideales.
Sigue leyendo aquí