Fecha Publicación: 18-03-2025
La legitimidad del sistema internacional está amenazada. Tan arriesgada coyuntura se agrega a una cadena de eventos inéditos, que en las últimas décadas han polarizado ánimos. Hagamos memoria. Con motivo de la caída del Muro de Berlín la comunidad de naciones abrazó, eufórica, la promesa de un entorno más justo, democrático y libre. La luna de miel fue efímera; los ataques del 9/11 acarrearon insólitas y graves amenazas a la paz y la seguridad. Poco después, en la búsqueda de respuestas, la globalización concentró la riqueza y agudizó la pobreza. Ahora, con focos de tensión estructural en diferentes regiones, Washington alimenta la discordia al despreciar las buenas formas diplomáticas y cuestionar el valor del Derecho Internacional. Inopinadamente, con ocurrencias de efecto tan incierto como peligroso, se pasa de una etapa donde la convivencia se funda en valores compartidos, a otra en la que solo hay intereses. Hoy, cuando el fantasma del aislacionismo ronda por la Casa Blanca, se avizoran vacíos de poder que naturalmente serán ocupados por terceros estados, incluso mediante el uso de la fuerza, para sacar ventaja del caos mundial. Así, en un proceso improvisado y desaseado, que lastima confianzas políticas, se estimula a las potencias a dar brío a sus ambiciones hegemónicas. Estas últimas, antiguas y nuevas, tarde o temprano habrán de ceder el paso al conflicto, uno que nadie desea pero que en el horizonte se perfila como posible y catastrófico.
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