Fecha Publicación: 03-03-2025
En la negociación diplomática, los resultados van de la mano de las buenas formas y de la observancia de las partes a valores universales y al Derecho Internacional. La claridad de objetivos es también un activo que debe procurarse para evitar la ambigüedad, aunque sea constructiva. Esta reflexión importa en tiempos como los actuales, cuando la nueva administración estadunidense impulsa modalidades de negociación transaccional y una agenda que cuestiona el modelo westfaliano de equilibrio del poder. En tales circunstancias, donde las cohesiones construidas en la segunda posguerra se debilitan aún más, el sentido común señala que hay que buscar entendimientos y evitar intransigencias. En un entorno global incierto y de riesgo, las amenazas son poco útiles porque restan valor a la buena diplomacia (contundente y prudente), que analiza escenarios y descarta medidas radicales porque rompen consensos estructurales y traen consecuencias indeseables y disruptivas.
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