Fecha Publicación: 11-11-2024
La paz y la seguridad internacionales flaquean. Sus fundamentos, señalados en el Capítulo VII de la Carta de la ONU, son apenas referente de un acuerdo entre potencias erosionado por el tiempo y por una realidad global donde los ánimos políticos están exaltados y hay tensiones recurrentes. Aunque son varias las razones estructurales de estos desencuentros, cuando derivan en conflictos militares no parecen tener mayores consecuencias porque el nivel de tolerancia a la violencia equivale a la carencia de habilidad política y jurídica del sistema multilateral para controlarla eficazmente.
En campo fértil, las hegemonías tradicionales y emergentes desatan los demonios de una inédita carrera armamentista, que además de los estados, involucra también a actores no estatales. La sistemática pérdida de legitimidad del liderazgo de las potencias enciende alarmas en la geografía del Sur, donde las secuelas del colonialismo y galopantes rezagos económicos y sociales convergen, para mal, con una estructura de poder mundial cada vez menos cooperativa.
A mediados de la década de los setenta del siglo pasado, George Keohane y Joseph Nye hablaron por primera ocasión del neoliberalismo. Entonces, lo definieron como un estadio de las relaciones internacionales en el que, como consecuencia de una interdependencia compleja y con tendencia a la anarquía, es necesario acrecentar el potencial de los organismos internacionales en beneficio de la cooperación y la paz. En su perspectiva, el neoliberalismo conlleva el sacrificio de los estados en sus intereses inmediatos a fin de que todos obtengan ganancias sustantivas en el largo plazo. En virtud del carácter integral de este enfoque, el fortalecimiento de la arquitectura multilateral abraza también el capítulo de la seguridad, en línea con la polémica opinión del Presidente Woodrow Wilson de que el bien precede a la paz. Siguiendo un modelo similar al visualizado por Emanuel Kant, de una federación universal y cosmopolita regida por principios y valores compartidos, la tesis neoliberal se presentó como el camino correcto (cuál y para quién) para alcanzar una convivencia sana y constructiva entre los pueblos.
Estas definiciones son controvertidas porque el bien se puede entender de muchas formas y no queda claro quién tiene ahora legítima autoridad para promoverlo y defenderlo. En cualquier caso, tras sucesivas crisis económicas, una Guerra Fría y las desilusiones y retos de su periodo posterior, el neoliberalismo aspira a dar nuevo brío al orden vigente desde 1945. Para ello propone refuncionalizar (perfeccionar) sus metas semilla, entre otras el desarrollo progresivo del orden jurídico, la libertad, la democracia y el libre mercado. Paradójicamente, ante una globalización injusta y anárquica, la ruta neoliberal está llena de escollos y se debilita ante la falta de capacidad efectiva del sistema multilateral para sustentar un proyecto verosímil de distensión y paz. Debido a este déficit político y porque es de factura occidental (ética y moral), la refuncionalización de dicho sistema es cada vez más difícil, en especial en la periferia. Así las cosas, y porque no es posible hacer lo imposible, la paz perpetua que visualizó el mismísimo Kant sigue siendo una quimera.
Artículo de la revista Siempre