Publication Date: 15-10-2024
Atrás ha quedado la esperanza de moderación claudista. Porque la reforma judicial, a
pesar de todo, acabará por materializarse. Y terminará por ser la autora de la
catacumba democrática mexicana, el lugar de próximo reposo del Poder Judicial, la
División de Poderes y la Democracia Constitucional.
Los jueces, magistrados y ministros de la Suprema Corte no son representantes
políticos. El poder judicial se creó, precisamente, para controlar a los otros dos
poderes políticos -ejecutivo y legislativo- a través de la ley. Alexander Hamilton, padre
fundador estadounidense, hizo una defensa férrea y profunda de la independencia
judicial hace más de doscientos años. En el Federalista #78, declara que las cortes
federales “fueron diseñadas para ser un cuerpo intermedio entre la gente y su
legislatura”, con el fin de asegurar que los representantes del pueblo actuaran dentro
de la Constitución. Hay ciertos derechos que no pueden ser violados, ni siquiera por
las mayorías legislativas. Y, para proteger a la población de los abusos del gobierno, la
independencia judicial resulta fundamental.
Todos los puntos de la reforma judicial van en contra de los principios hamiltonianos.
Los candidatos judiciales serán seleccionados por los tres poderes, dos de los cuales
están controlados por Morena, y un tercero seriamente colonizado. Esos candidatos
pagarán sus campañas con su propio dinero, lo que le dará más posibilidades de ganar
a aquellos con más dinero, o con vínculos con partidos, empresarios y crimen
organizado. Y habrá un Tribunal de Disciplina Judicial, el cual tendrá facultades en
extremo discrecionales: podrá intervenir en actos u omisiones bajo el argumento de
“interés público”; tendrá la potestad de echar atrás las decisiones judiciales mismas; y
los juzgadores no podrán apelar sus decisiones. Por si fuera poco, los juzgadores se
podrán reelegir. El circo se hará tanto a nivel federal como estatal. Será un gran circo.
Ya tuvimos una probada de lo que está por venir. El Consejo de la Judicatura Federal
(CJF) cometió suicidio judicial al votar mayoritariamente para desacatar las
resoluciones de jueces y magistrados y, además, entregarle las listas de estos al
Congreso para realizar la elección. Tienen sentido los cuatro votos a favor del suicidio:
la consejera Celia Maya es morenista y fue tres veces candidata al gobierno de
Querétaro; Bernardo Bátiz es un lópezobradorista consumado desde tiempos añejos;
Verónica de Gyves es muy cercana al morenista Arturo Zaldívar, trabajó en la
Procuraduría capitalina cuando López Obrador era jefe de gobierno, y su sobrina
trabaja para la ministra Yasmín Esquivel; y Sergio Molina también tiene una esposa
trabajando para… Yasmín Esquivel. Todos ellos, propuestos por López Obrador, y
aprobados en un Congreso morenista.
Algún día bajaremos a las catacumbas y reviviremos a nuestros muertos. Por lo
pronto, vamos hacia una terrible involución política nacional. Ahí está la tragicómica
tómbola morenista, o la unción de la nueva República Bananera Mexicana.